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‘The Disaster Artist’: pasión sin talento

Póster de The Disaster Artist

Narra la historia real de la producción de la película ‘The Room’, que ha sido considerada como “una de las peores películas de la historia». Dirigida en 2003 por Tommy Wiseau, ‘The Room’ se ha estado proyectando en salas -completamente llenas- por toda Norteamérica desde hace más de una década. ‘The Disaster Artist’ es una comedia sobre dos inadaptados en busca de un sueño. Cuando el mundo los rechaza, deciden hacer su propia película, un film maravillosamente espantoso gracias a sus momentos involuntariamente cómicos, sus tramas dispersas y sus terribles interpretaciones.

¿Se puede hacer una buena película sobre la peor película de la historia del cine, y el inefable director de ésta?. La respuesta es SÍ.

En su prolífica carrera delante y detrás de las cámaras, el todoterreno James Franco arma aquí su mejor largo como director, y también la mejor interpretación (casi mimética) desde ‘127 horas’, que le valió la nominación al Oscar.

‘The Disaster Artist’ es una comedia que mezcla la admiración de Franco por el inadaptado Tommy Wiseau (del que no se mofa en ningún momento, pese a ser un personaje llamado a la caricatura), el estrafalario bromance que éste mantiene con su colega, también inadaptado, Greg Sestero (Dave Franco) y la producción de su soñada e infumable ‘The Room’, una película tan mala que, cómo no, se ha convertido en film de culto.

Al igual que Tim Burton en ‘Ed Wood’, Franco convierte la pasión del autor en el motor de film.

Pasión muy por encima de su nulo talento para cualquier aspecto relacionado con la realización de una película. El rodaje de ‘The Room’, su misma gestación, fue tan rocambolesco e hilarante que Franco encuentra el vergel necesario para que nos partamos de risa, atónitos ante la sucesión de despropósitos.

Pero ‘The Disaster Artist’ es también (y sobre todo) el medio que usa Franco para escribir su particular carta de amor al Séptimo Arte, a Hollywood y el Star-System.

Un negocio inhóspito y despiadado donde no solo hay que brillar, sino intentar siempre ser el mejor, con pasión, amor, empuje contra viento y marea y (digan lo que digan), sobradas dosis de talento y sentido común. Un imperio donde la suerte es un factor, el apellido, padrino etc otros… que se quedan en nada duradero sin el talento necesario para trascender. Talento que a James Franco y su dilatada carrera, le sobran.
Aunque, en este caso, esa pasión desbordante otorgue el dudoso honor de ocupar el trono del mejor peor cineasta de la historia. Porque, hasta para eso, hay que tener alguna clase de talento.

Repleta de secundarios de lujo que quieren divertirse (Seth Rogen, Josh Hutcherson, Bryan Cranston y Zac Efron, entre otros), la película pasa en un suspiro, dejándonos no sólo un buen sabor de boca viajando entre alocadas bambalinas; también las inexplicables ganas de ver ‘The Room’, y experimentar de primera mano la visión de un personaje que amaba el cine, pero no tenía ni la más puñetera idea de él.

Desastroso artista. Pero artista, al fin de al cabo.

Lo mejor: James Franco se mimetiza con Wiseau.

Lo peor: que nuestra curiosidad cinéfila nos anime a padecer la imposible ‘The Room’.

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