Zhenia y Boris están en medio de un divorcio en el que prima el resentimiento, la frustración y las recriminaciones. Los dos se han embarcado en una nueva vida con otra pareja y esperan con impaciencia el momento en que puedan pasar página, empezar de nuevo, incluso si eso implica abandonar a su hijo Aliosha, de doce años. Hasta el día que el niño desaparece después de ser testigo de otra de sus terribles discusiones.
Árboles secos, nevados y retorcidos junto al río. Un paisaje silencioso, del duro otoño ruso, donde un niño de tan solo doce años regresa del colegio sin prisas, cual “caperucita gris” con los lobos en casa. La mirada a través de la ventana de su habitación, es lo poco que le queda entre las tristes paredes de lo que suponemos alguna vez pudo ser un hogar.
Pero no es esta una película en el que el niño sea el protagonista, ni los padres ausentes y distantes en su vida. Es un difícil relato en el que no hay sentimiento de afecto, emoción, ni cercanía. Ni siquiera en una unidad familiar ya deshecha.
Andrey Zvyagintsev (‘Leviatán’, ‘Elena’, ‘El regreso’), regresa a la dirección con una historia escrita junto a Oleg Negin sobre una partitura de notas descompuestas para ‘Sin amor’. Tremendamente visual y con planos muy largos que favorecen la reflexión, nos sitúa directamente en ese proceso crítico de ruptura de una pareja que tal vez nunca lo fue, pero con consecuencias más que dañinas para el hijo.
La desconsideración por parte de la madre, el desapego del padre ante los nuevos planes de vida, y el tremendo sufrimiento del niño ante los comentarios y sentimientos tan atroces por parte de sus progenitores, hacen entender su desaparición como una especie de liberación para todos.
‘Sin amor’ hace evidente honor a su título, produce desasosiego. Deshumaniza lo más íntimo de la familia. Y la esteriliza a cambio de la ambición, del estatus, del materialismo. El niño ausente desde hace tiempo en la mente de los padres está interpretado por Matvey Novikov. La madre, Maryana Spivak, parece más orientada a responder con la misma moneda que obtuvo en su infancia, es decir con crueldad. Y Aleksey Rozin es el padre hipócrita que está condenado a vivir en un ciclo repetitivo. Tres excelentes actuaciones que no dejan indiferente a nadie.
Además se describe con especial crudeza la investigación por parte de la burocracia policial. Solo parece haber un atisbo de amor, en el sentido de preocupación por los demás, en el consolidado grupo de búsqueda de desaparecidos, son los únicos que ofrecen esperanza, y algo de humanidad.
Hay algo más doloroso que un hijo no querido y olvidado, en medio de una pareja en caída libre. Y es que ese hijo se de cuenta.
‘Sin amor’ deconstruye precisamente el amor, para retorcerlo de igual modo que los árboles de sus primeras imágenes, hasta deshumanizarlo y dejarlo sin sabia. Lo único que queda es el triste paisaje nevado desde la ventana de su habitación.
Lo mejor: la crítica hacia el individuo deshumanizado, preocupado por su propio egoísmo e inmerso en una vida ficticia de selfies sin sentido.
Lo peor: el impresionante desasosiego que crea en el espectador que pueda albergar un mínimo de cariño en su corazón.