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‘Black Panther’, un parque temático para The Lion King

Después de la muerte de su padre, el Rey de Wakanda, T’Challa regresa a casa, una nación africana tecnológicamente avanzada y aislada, para acceder al trono y ocupar el lugar que le corresponde como rey. Pero cuando reaparece un viejo y poderoso enemigo, la entereza de T’Challa como rey y como Black Panther, se ve sometida a una dura prueba al enfrentarse a un conflicto de enormes proporciones que pone en peligro el destino de Wakanda y del mundo entero.

Dentro del Universo Cinematográfico de Marvel viajamos por espectaculares galaxias, mundos oscuros, prestigiosas moradas de legendarios dioses vikingos, e incluso psicodélicas dimensiones desconocidas por humanos lectores de cómics y cinéfilos del género de superhéroes. Ya iba siendo necesario disponer de un paraíso terrenal, aunque ficticio, donde poder sentirnos orgullosos de las maravillas que narran estas novelas gráficas. Y puestos a ello, si con el tiempo se convierte en un parque temático seguro que hará las delicias de mayores y pequeños, además de fomentar el turismo hacia en continente africano. Más opciones para elegir: DisneyLand, StarWarsLand y ahora WakandaLand, y un buen número de franquicias, please.

Ryan Coogler (‘Creed: La leyenda de Rocky’), dirige, moldea, amasa y atesora el vibranium, elemento ficticio protagonista de este cómic fílmico, para intentar profundizar en el perfil heroico de un personaje que ya tuvo su primera aparición en ‘Capitán América: Civil War’. Aunque sería justo indicar que fue en ‘Vengadores: La era de Ultrón’, la primera referencia que tuvo el rey de Wakanda, al presentar al archienemigo Ulysses Klaue en busca del poderoso metal.

Ahora, y siguiendo una cierta rigidez narrativa de la compañía cinematográfica, volvemos de nuevo al punto de partida inicial que justifica el nacimiento del héroe africano, T’Challa como  rey protector del legado tecnológico y exclusivo de su nación, oculta al resto del mundo. Un país, Wakanda, que nada parece envidiar a Asgard, y que es heredero actual del mítico El Dorado.

Robos espectaculares, parajes africanos asombrosos, peleas, traiciones, reyes destronados, capturas internacionales… todo ello aderezado con recurrentes percusiones tribales. Estos elementos y muchos más, producen un curioso mestizaje al no saber muy bien si estamos inmersos en la próxima de Bond, rodada en la Tierra Media de Tolkien, con los restos de decorados de Thor, y con un argumento tan similar a cualquiera de las versiones animadas e incluso teatrales de ‘El Rey León’, pero en modo pantera.

Hay un intento de enlazar el denominador común del cómic y del Partido de autodefensa afroamericano, fundado en el mismo año en que se publicó por primera vez, 1966, y la ciudad de Oakland, pero parece que se queda en una mera declaración de intenciones.

‘Black Panther’ es una película de acción espectacular, imágenes sorprendentes, ciencia ficción, superhéroes que arriesgan sus vidas para protegernos de la destrucción. Es genial.

Pero nada que no se haya vivido antes. Y esto es lo que te deja un tanto frío después de haberlo pasado en grande y haberla disfrutado.

Está muy bien lo de abrir Wakanda al mundo, o de quedarse con la boca abierta ante las infinitas posibilidades del traje de vibranium (tiemblen Tony Stark y Peter Parker, pues este tejido parece ser el no va más), o de presentar mujeres guerreras que son de armas tomar, en todos los sentidos… Pero se le podía pedir algo más a la línea argumental.

Referente a los actores, todos ellos lo hacen magníficamente bien, aunque los personajes digitales de CGI todavía tengan algunas cosillas por pulir, sobre todo en algunos movimientos.

Era necesario reivindicar ‘Black Panther’ dentro del universo Marvel. Es una película menor, pero a la vez entretenida y repleta de acción. Y aunque posiblemente esté supeditada a las futuras aventuras de compañía, siempre quedará como leyenda aquello de “tribu que lucha unida, permanece unida”.

Lo mejor: que se reivindique un superhéroe del colectivo negro y que se le rinda su justo homenaje.

Lo peor: que su presentación individual en sociedad vía cinematográfica no avance mucho más de lo que se merece.

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