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‘Pacific Rim. Insurrección’: mucha destrucción sin alma

Póster de Pacific Rim. Insurrección

Un futuro cercano. Han pasado 10 años tras la primera invasión que sufrió la humanidad, pero la lucha aún no ha terminado. El planeta vuelve a ser asediado por los Kaiju, una raza de alienígenas colosales, que emergen desde un portal interdimensional con el objetivo de destruir a la raza humana. Ante esta nueva amenaza, los Jaegers, robots gigantes de guerra pilotados por dos personas para sobrellevar la inmensa carga neuronal que conlleva manipularlos, ya no están a la altura de lo que se les viene encima. Será entonces cuando los supervivientes de la primera invasión, además de nuevos personajes como el hijo de Pentecost (John Boyega), tendrán que idear la manera de sorprender al enorme enemigo, apostando por nuevas estrategias defensivas y de ataque. Con la Tierra en ruinas e intentando reconstruirse, esta nueva batalla puede ser decisiva para el futuro…

5 años después de la primera entrega firmada por el gran Guillermo del Toro, la lucha entre Jaegers y Kaiju continúa bajo el mando del televisivo Steven S. Deknight, que mantiene el tipo en las escenas de acción, pero patina sin remedio en todo lo demás.

En todo lo importante.

‘Pacific Rim: Insurrección’ nos ofrece peleas memorables entre Jaegers, híbridos y Kaijus interdimensionales, aportando alguna que otra novedad interesante a su predecesora.

Mientras la cosa va de atizarse con todo (sin la más mínima consideración hacia los pobres civiles, por otro lado) la secuela funciona como entretenimiento palomitero.

El problema se presenta cuando, en apenas cien minutos de metraje, perdemos la mitad en presentar unos insufribles clichés parlantes (John Boyega no brilla desde su debut en’Attack the block’, y su pequeño Pentecost carece de interés; Scott Eastwood, por el momento, de su padre Clint solo ha heredado los genes), e introducir al villano más improbable, inane y payaso de los últimos años.

Cuando estos luchadores de élite hablan, dan ganas de que todo explote y la Tierra se vaya al carajo.

Echamos de menos la mano de del Toro, que en la primera dibujó unos personajes que nos importaban lo suficiente como para apreciar su sacrificio (como la enigmática Mako Mori, desperdiciada en ésta en una maniobra muy poco inteligente); aquí protagonistas y secundarios están tan mal escritos, e interpretados con tanta desgana y falta de química, que su destino nos importa un pimiento.

Humanos de cartón piedra que bien podrían formar parte de la infame saga de Transformers (de la tercera en adelante, para más inri).

Ya disfrutamos la encomiable primera entrada en la deriva de ‘Pacific Rim’. Visitarla por segunda vez con guías más ruidosos, pero perdidos, no vale la pena.

Lo mejor: las peleas, donde todo vale.

Lo peor: los personajes no despiertan emoción alguna. Ni siquiera risa.

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