Precuela de la saga Star Wars, en la que se conocerán los primeros pasos que dio el personaje de Han Solo, desde joven hasta convertirse en el antihéroe que vimos en «Una nueva esperanza», antes de que se encontrase con Luke y Obi-Wan en la cantina de Mos Eisley.
Desde que Disney se hizo con los derechos de Star Wars, la saga Galáctica se está expandiendo a velocidad de vértigo, con cuatro películas en apenas tres años, y un buen montón de contenidos en el horizonte.
Además de la saga regular (con un episodio VII que miraba al IV y un octavo más perdido que Boba Fet en un equipo de debate), los spin-offs afianzan la exploración profunda de la mitología galáctica y la exaltación del fan service.
Hasta ahora, el ‘Rogue One’ de Gareth Edwards ha sido la mejor entrega del reinicio. Con ‘Han Solo: una historia de Star Wars’ se confirma que las cintas independientes marcarán el camino a seguir, alejándose un poco de la rigidez imperante en los episodios madre.
La primera aventura del joven Solo es una película de atracos con tintes de polvoriento western, donde un chaval criado al albur de la apisonadora imperial se busca la vida para labrarse un futuro. Convertirse en en el truhán más carismático de la historia es imposible, sin mezclarse con las cloacas de una Galaxia muy lejana, repleta (eso sí) de escoria universal.
La debacle del despido de Lord&Miller y la llegada del veterano director (y artesano fontanero) Ron Howard, se notan en los altibajos de la película.
Tras el errático inicio (destaca en él, tristemente, la apagada fotografía donde no se ve un pimiento), el filme recupera el brío en cuanto Woody Harrelson y su pandilla entran en acción.
A partir de aquí, Han Solo inicia su camino hacia la merecida leyenda de la cultura pop, ayudado por la carismática aparición de su amienemigo Lando (Donald Glover se come la pantalla), su irreverente robot L3-37 y, cómo no, el eterno Chewbacca.
Todos envueltos en una trama de atracos perfectos, acción a raudales, traiciones, amoríos, nuevos mundos (con el Corredor de Kessel brillando en todo su esplendor) y la Alianza Rebelde construyéndose entre bastidores.
Aunque no hace justicia a la figura del indeleble gamberro que Harrison Ford nos grabó a fuego y por siempre (sobre todo por su contención, algo nada habitual en el Solo maduro, y un Alden Ehrenreich esforzado, pero con mucho camino, y trabajar el carisma, por delante), Ron Howard consigue una película vibrante, divertida, llena de guiños y (muy importante) que no supone una ofensa o socavón a los cimientos fundacionales de la saga.
Han Solo celebra lo mejor del canon, rescatando además a un personaje (¿inesperado?) que demanda volver a la gran pantalla por la puerta grande. El tiempo (y la taquilla) decidirán.
Mientras tanto, el impoluto Halcón Milenario espera que le dañen, a lo grande, la chapa.
Lo mejor: Lando, L3-37 y las escenas de acción.
Lo peor: no se desvía ni un milímetro, insólito en el tipo más sobrado del universo Warsie, y más en sus años mozos.