Simon Spier es un joven 16 años que no se atreve a revelar su homosexualidad, ya que prefiere esperar al musical que se celebra en secundaria. Pero un día, uno de sus correos electrónicos llega a manos equivocadas y las cosas se complican extraordinariamente.
Esperemos que ‘Con amor, Simon’ sea la primera de muchas películas avaladas por un gran estudio donde se normalice, de una vez, la elección sexual de cada persona.
La amable dramedia adolescente dirigida por el televisivo Greg Berlanti nos cuenta los avatares que trae la época más movida en la vida de cada uno: la adolescencia.
Si no fuera suficiente con la debacle hormonal, la presión social, los problemas escolares y la búsqueda de identidad, el joven protagonista de ‘Con amor, Simon’ tiene que lidiar con salir (o no) del armario y hallar el primer amor, en una Sociedad que, si bien ha avanzado, aún tiene mucho camino por recorrer.
Optando por buscar la luz y no la oscuridad (ocurren situaciones parecidas a las que recientemente vimos en ‘Por trece razones’, pero de formas muy diferentes), Berlanti reflexiona sobre la vida misma y (en lo concerniente a la homosexualidad o, por extensión, cualquier otra elección) la imperante necesidad de hablar de personas, por encima de sexos.
Simon (como bien dice su madre, la estupenda, y cada vez menos presente en la industria, Jennifer Garner) es la misma persona de siempre, independientemente de su sexualidad. Pero sólo será él mismo, y estará completo, si se muestra al mundo sin esconderse y con la misma naturalidad con la que, otros, viven su heterosexualidad.
Hay muchos mensajes en ‘Con amor, Simon’. Todos necesarios y bienvenidos. Mensajes encaminados a recorrer la senda hacia la tolerancia sincera, sin imposturas, postureos y cuotas.
La Sociedad ha de interiorizar algo tan natural como que una persona ame a otra.
Si, en el camino, disfrutamos de una película coral muy divertida, con momentos significativos, actores entregados y una excelente selección musical, mejor que mejor.
Desde ‘Las ventajas de ser un marginado’, no había llegado a la cartelera una propuesta afín en el tono e interés, hasta que Simon Spier decidió salir, con bien, del armario.
Lo mejor: no descuida ninguno de sus mensajes.
Lo peor: que su tono desenfadado y amable, lleve a algunos a tomarla a broma.