Cuando Ellen, la abuela y matriarca de la familia Graham, muere, su familia comienza a descubrir secretos extraños y cada vez más aterradores sobre sus antepasados. Cuanto más descubren, más tendrán que enfrentarse al siniestro destino que parecen haber heredado.
Cuando la vida ordinaria no es lo suficientemente jugosa como para ofrecer más incentivos terroríficos, acudimos a alguna película de esas que marcan época para descargar la adrenalina sobrante del mundo real en el ficticio. Y si el argumento contiene matices incomprensibles sobre el entorno del espiritismo y de mediums, salvo que se tenga experiencia en primera persona, mucho mejor.
‘Hereditary’ es de esos títulos que van destinados a hacerse un hueco directo en la memoria del género de terror. Pero un terror con tintes no tangibles y paranormales que van directamente a la psique del espectador. No son monstruos inventados que acechan y nos machacan de manera violenta. Son monstruos familiares que nos pueden llegar a atemorizar para toda la eternidad.
Ari Aster es un director novel, salvo en el mundo de los cortos, que además escribe este primer largometraje. Impacta por la elección del tema y cómo lo desarrolla. La elaboración minuciosa y la introducción en el ambiente sobrenatural, hasta que el espectador queda atrapado a merced del argumento y de su posible conclusión. Pero sobre todo destaca por la elección de sus cuatro personajes principales. Una familia rota en el dolor natural, que está atrapada en otros designios más espirituales.
Sus protagonistas están tan labrados como las preciosas esculturas en miniatura que aparecen a lo largo de la película, como si de un epitafio se tratara.
La madre, espectacular labor interpretativa de Tony Collette (‘El sexto sentido’, ‘Pequeña Miss Sunshine’, ‘La boda de Muriel’) como la expresión viva del dolor, es el principal pilar de ‘Hereditary’. Su esposo, Gabriel Byrne (‘Muerte entre la flores’, ‘Sospechosos habituales’, ‘El fin de los días’), es el retrato vivo de la paciencia infinita y de la resignación hacia la familia.
Pero los hijos, la niña Milly Shapiro que en su primera película logra transmitir un pavor sin precedentes, y el adolescente Alex Wolf (‘Jumanji: Bienvenidos a la jungla’, ‘Día de patriotas’) atormentado por lo que sucede en su entorno, tampoco tienen desperdicio.
‘Hereditary’ traspasa el género y aporta nuevos elementos para lograr el escalofrío, además de sus magníficas interpretaciones. Tal es el caso del peculiar trabajo y ejemplos artísticos en los que trabaja la madre con sus miniaturas increíblemente elaboradas. Tiene su punto macabro, y sabe crear tensión eficaz en el desarrollo de su argumento, y juega con el silencio para seguir potenciando el temor.
Para ello se apoya en una excelente fotografía, en la elección de los decorados y de la casa con su cabaña en el árbol, y por supuesto de una magnífica banda sonora firmada por Colin Stetson (La llegada’, ‘12 años de esclavitud’), quien con una sola nota sostenida es capaz de lograr miedo más allá de las imágenes.
Por todos estos elementos descritos ‘Hereditary’ ya tiene un hueco muy preferente dentro del género del terror.
Lo mejor: Tony Collette, sin duda, por su demoniaca interpretación. Y la minuciosidad del equipo de arte con esas miniaturas perfectamente integradas en la película, como la de la secuencia inicial.
Lo peor: La resolución, pero al estar inmersos en el mundo del espiritismo siempre se puede optar por la libre interpretación para que sea en la cabeza del público donde finalice la narración.