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‘El espía que me plantó’: armadas y peligrosas

Póster de El espía que me plantó destacada

Póster de El espía que me plantó

Audrey y Morgan son dos amigas que se ven involucradas en una conspiración internacional cuando una de ellas descubre que su ex-novio era en realidad un espía.

Estamos de suerte, porque Hollywood parece haber despertado por fin, y cada vez son más los films dirigidos por mujeres. En este caso, Susanna Fogel se pone a los mandos de ‘El espía que me plantó’, una alocada parodia de la extensa mitología bondiana.

Primero, lo obvio (para cualquiera con dos dedos de frente): las expectativas para esta clase de cintas siempre tienen que ser conservadoras. En algunos casos, nos sorprenderemos gratamente (la icónica Trilogía de Austin Powers); en otros, con más luces que sombras (Jhonny English), y en otros, al revés.

Es el caso de la (MUY vista) conspiración en la que se meten Mila Kunis y Kate McKinnon.

Cierto es que gana en sororidad: el tratamiento de la pareja femenina es menos vergonzoso que el típico cuando hay un hombre al timón (con insignes excepciones, que no todos siguen, o han estado, en la cueva. La Buffy Summers de Joss Whedon, por ejemplo y sin ir más lejos) y ambas actrices destilan química y complicidad.

Igualmente, Fogel y su equipo facturan trepidantes, enérgicas y muy violentas (a veces hasta el ridículo requerido en una parodia) escenas de acción, con una joven villana incluida que hará las delicias del público dando hostias como panes.

Pero no hay historia que funcione (y esto vale para todos los géneros, se siente quien se siente detrás de las cámaras) con un mal guion.

Y éste es, sin duda, el principal problema de ‘El espía que me plantó’.

McKinnon es una excelente cómica, pero se desata en sketches si no tiene un buen libreto al que agarrarse (y si lo saben al otro lado del plató, la dejan volar); Kunis está cómoda en la comedia romántica más o menos extrema, con todo lo bueno y malo que esto conlleva; el elenco masculino es un mero escaparate (increíble el carisma que pierde Sam Heughan si le quitas el kilt y el look Fraser), y todo lo que ocurre es ajeno a cualquier sorpresa, giro inesperado o momento que retener en la memoria.

Fogel cumple con solvencia y esfuerzo, probablemente como cualquier otro (u otra), con el material que tiene entre manos. Tratando mejor (como ya señalé. Esperemos que se convierta en la tónica general de la Meca del Cine) los roles femeninos.

Se pasa un buen rato sin mirar el reloj, soltando de vez en cuando la típica carcajada tonta, pero está claro que a mediados de agosto Hollywood suelta descartes en la taquilla, a ver si alguno cuela.

Lo mejor: la pareja protagonista y su tratamiento.

Lo peor: otra más, sin novedades.

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