En 1992, una madre de familia afroamericana vive en el distrito de South Central, donde hay grandes disturbios después de la absolución de los policías blancos acusados de golpear a Rodney King.
Las revueltas de Los Ángeles del 92 y, en general, las tensiones raciales en Estados Unidos, han sido y serán un vergel para el Séptimo Arte, regalándonos grandes obras para el recuerdo.
Lamentablemente, ‘Kings’ no es una de ellas.
Pese al gran reparto (encabezado por Halle Berry y Daniel Craig), donde destaca la naturalidad de los actores infantiles (recuerdan a las recientes fuerzas de la naturaleza que disfrutamos en ‘The Florida Project’), ‘Kings’ no tiene claro, en ningún momento, qué quiere contar.
Demasiado frívola, absurda e hiperbólica como para tomarla en serio; edulcorada y grave de un minuto al siguiente.
El personaje de Craig, por muy buen actor que sea, resulta indefendible.
Las decisiones de los adolescentes involucrados en el conflicto, son de traca (la directora y guionista Deniz Gamze Ergüven necesita escuchar la famosa letra de ‘American Skin (41 shots)’ y su’ If an officer stops you, promise me you’ll always be polite’, y aplicarlo a cómo actuaría una persona normal cuando tiene un arma apuntando).
La película es un caos que desaprovecha todo su potencial.
Desaprovecha el despliegue visual, desaprovecha las consecuencias dramáticas del demoledor y vergonzoso ataque y juicio posterior del caso Rodney King, y desaprovecha la media hora final, donde todo estalla en llamas, salvo el calado del relato.
Cierto es que los conflictos generan situaciones rocambolescas, y que la realidad supera a la ficción más lisérgica.
Pero, a la hora de trasladar hechos reales a la gran pantalla, hay que trazar un rumbo, y ser fiel a él, sea o no el correcto.
‘Kings’ es el ejemplo perfecto de ‘quien mucho abarca, poco aprieta’.
Lo mejor: los actores infantiles.
Lo peor: camina sin rumbo.