Después de mejorar sus capacidades con ADN de otras especies, los cazadores más letales del universo son más fuertes, más inteligentes y más mortíferos que nunca. Cuando un chaval activa accidentalmente su regreso a la tierra, sólo un dispar grupo de exsoldados y una profesora de ciencias desencantada pueden prevenir el fin de la raza humana.
Lo primero y más importante que podemos decir del regreso del Depredador es esto: no hay un segundo para el aburrimiento.
‘Predator’ obvia las dos entregas de AvP y sirve de secuela directa de ‘Depredador’ y ‘Depredador 2’ (con sus obligados y variados guiños) que, unos años después, actualiza la mitología de la franquicia con elementos nuevos, pero manteniendo el tono y la fidelidad al material original.
Cuando la película está en manos de Shane Black, se crece y se nota: abundan en ella los diálogos ágiles, la camaradería varonil pasada de vueltas, los gags y una ingente cantidad de sangre, vísceras y violencia explícita.
‘Predator’ sigue siendo, mayormente, una película de tíos de pocas palabras y gatillo fácil.
Pero Black se cuida muy bien de introducir el necesario contrapunto femenino, en la piel de Olivia Munn.
La fantástica y enérgica actriz se encarga de poner los puntos sobre las íes a sus compañeros de lucha, usando la inteligencia como principal arma pero, también, siendo una auténtica actioner cuando toca.
Los primeros cuarenta y cinco minutos de metraje vuelan alto, con el elenco entregado a tope (con especial atención al dúo chorra y carismático de Keegan-Michael Key y Thomas Jane), el Predator en su salsa y la montaña rusa engrasada y funcionando a toda velocidad.
Pero entonces, Shane Black y su irreverente genio se diluyen, el estudio mete la tijera, el montaje se llena de anarquía y tenemos una película desbocada que no sabe muy bien qué hacer o a dónde ir para llegar al final.
La otra mitad de la cinta viaja hacia el absurdo, con brillante intermitencia pero sin rumbo.
Aquí padecemos los rigores de contentar a todo el mundo y hacer caja, tan instaurados en el Hollywood moderno que, si bien se atreve a hacer una película de las que ya no se hacen, tiene miedo de terminarla como corresponde.
Con todo, ‘Predator’ nos brinda cien minutos de diversión para adultos, sin mayor pretensión que hacernos disfrutar del viaje y darle una mano de pintura al mítico cazador que, si la taquilla lo permite, veremos en plena forma en el futuro.
Lo mejor: cuando a Shane Black le dejan serlo.
Lo peor: el perro Predator y la segunda mitad.