‘Bohemian Rhapsody’ es una celebración de Queen, de su música y de su extraordinario cantante Freddie Mercury, que desafió estereotipos e hizo añicos tradiciones para convertirse en uno de los showmans más queridos del mundo. Bohemian Rhapsody plasma el meteórico ascenso al olimpo de la música de la banda a través de sus icónicas canciones y su revolucionario sonido, su crisis cuando el estilo de vida de Mercury estuvo fuera de control, y su triunfal reunión en la víspera del Live Aid, en la que Mercury, mientras sufría una enfermedad que amenazaba su vida, lidera a la banda en uno de los conciertos de rock más grandes de la historia. Veremos cómo se cimentó el legado de una banda que siempre se pareció más a una familia, y que continúa inspirando a propios y extraños, soñadores y amantes de la música hasta nuestros días.
La influencia de Queen en la historia musical está fuera de toda duda.
Abrió caminos inexplorados, revolucionó el mundo del rock, el concepto mismo de estrellato y contribuyó como pocos con decenas de temas para el recuerdo, como el mítico ‘Bohemian Rhapsody’ que atrapa a cualquiera que tenga el placer de escucharlo.
El inagotable talento de Freddie Mercury, Brian May, Roger Taylor y John Deacon bien merece una película a su altura.
Aquí no vamos a encontrarla.
La cinta de Bryan Singer presume de actuaciones memorables, miméticas (lo de Rami Malek es un espectáculo. Hace suyo cada gesto de Mercury, desarrollando una bola de nieve que nos arrolla a todos en los últimos, y geniales, 20 minutos del show, reviviendo el Live Aid), un gran diseño de producción y la inestimable colaboración de la banda en el apartado sonoro.
Como Bioclip en torno a la figura de Mercury y su familia musical, ‘Bohemian Rhapsody’ se desenvuelve con soltura, y sin duda hará las delicias de los fans menos exigentes (en cuanto a la biografía) de Queen y, eso sí, a todos los que disfrutamos sus canciones y coloristas actuaciones, recreadas a la perfección.
Pero, más allá de su llevadero metraje y sus momentos friendly, ‘Bohemian Rhapsody’ es el equivalente a coger patatas fritas en un buffet repleto de delicias.
La figura de Mercury, su incontestable genio y su virtuosismo vocal se dibujan con mimo, pero su atribulada vida, los acontecimientos que que hicieron de él quién era, se ven irremediablemente aquejados por el síndrome buenista de los Biopics de Hollywood.
Apenas hay excesos. Ni catarsis demoledoras.
No hay momentos que marquen un antes y un después de lo que conocemos de Mercury y Queen. No hay la obligada, para quien esto escribe, exploración descarnada de todas las luces y sombras de un solista irrepetible, de un genio irrepetible, de una banda irrepetible.
A ‘Bohemian Rhapsody’ se le saca, de vez en cuando, el mechero. Se le hace los coros y se disfruta… porque es imposible escuchar a Queen sin deleitarse.
Pero (aprovechando uno de los mejores momentos de la película) el título le queda muy, muy grande. Igual habría sido más adecuado titularla ‘I’ m In Love With My car’.
Lo mejor: los cuatro actores protagonistas, con Malek a la cabeza, y la recreación del Live Aid.
Lo peor: Freddie, Brian, Roger y John merecen mucho más que una película agradable.