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‘Fahrenheit 11/9’, terrorismo propagandista

‘Fahrenheit 11/9’ es una mirada polémica y cómica a los tiempos que corren en EE.UU.  Michael Moore retrata las elecciones presidenciales de 2016 y estos dos primeros años del mandato de Donald Trump intentando responder las dos preguntas más importantes de la era Trump: “¿Cómo demonios hemos llegado hasta aquí?” y “¿Cómo demonios salimos?”.

El cine documental apoya su material gráfico y sonoro en acontecimientos que suponen una realidad de la historia. Es uno de los grandes pilares de la cinematografía, relegado a un segundo plano principalmente por criterios comerciales de distribución. Aunque su medio por excelencia de difusión sea el televisivo (sin olvidar el originalmente radiofónico), la importancia del documental en pantalla grande sigue estando latente en certámenes, grandes festivales e incluso en varios apartados de los famosos Oscars. De hecho, todo lo que no está encasillado en el generoso grupo de la ficción podría determinarse como documental. Y cuando el contenido a tratar es principalmente político podemos denominarlo como propagandístico.

Michael Moore (‘Roger y yo’, ‘Bowling for Columbine’, ‘Fahrenheit 9/11’), es un arraigado activista de la norteamérica actual que aprovecha cualquier convulsión histórica para aportar su particular punto de vista. Denunció bajo la atenta mirada de su objetivo la salida de la todopoderosa General Motors de su Flint natal para abaratar costes instalando la producción en México. Hizo lo propio sobre la arraigada cultura de las armas y la matanza indiscriminada de 12 estudiantes y profesores planeada por dos alumnos. Y desmontó la teoría sobre la necesidad de invadir Irak bajo la supuesta amenaza de que pudiera disponer de armamento nuclear.

Ahora, con la excusa de invertir las fechas de su anterior trabajo para hacerlo coincidir con las últimas elecciones norteamericanas, ‘Fahrenheit 11/9’ propone definir al actual presidente como el mayor dictador y tirano ególatra del siglo XXI. No es que Donald Trump precisamente goce de las simpatías del resto del mundo y del suyo propio, pero lo cierto es que el retrato social y político que se presenta en esta película, no hace la suficiente justicia como para hacerse un perfil del mismo y de su electorado.

Si en ‘Michael Moore en Trumpland’ se atrevía a adentrarse a Ohio a la tierra de mayor índice de votos para Trump y hacer un monólogo en contra del futuro presidente y muy a su pesar a favor de la candidata Clinton en la precampaña electoral, ‘Fahrenheit 11/9’ intenta analizar qué pudo pasar para que todo esto ocurriese.

Narrada en primera persona, con entrevistas, mesas redondas, intervenciones y activismo del propio Moore, se pierde en los entresijos de la campaña electoral que la propia Hillary perdió cuando todas las encuestas le eran favorables. Describe a Donald Trump como racista y acosador, sin escatimar en adjetivos descalificativos. Habla del circo mediático previo e incluso señala a la cantante Gwen Stefani de ser la instigadora de que la codicia de Trump le permitiera acceder a la presidencia del país.

Pero Moore se vuelve a perder llamado por sus orígenes, y aborda el desastre tóxico del agua contaminada con plomo de Flint a causa de la negligente y muy interesada decisión de su gobernador Rick Snyder, e incluso la del anterior inquilino de la Casa Blanca, Obama.

Hay un momento en el que el espectador puede sentirse viendo el falso docudrama “La guerra de los mundos” más que una biografía del actual presidente norteamericano. Y entonces viene la fuerte carga propagandística que apela a la abstención de los 10 millones de votantes, a las nuevas juventudes hartas de “democracia a precio de despotismo”, y a la revolución antes de que sea demasiado tarde. La huelga del profesorado y las polémicas “Fitbits”, dan paso a una especie de casting para futuros candidatos demócratas que entonan un valiente “will never…” (“ya nunca…”), y que no pestañea al comparar la actual América con la Alemania prenazi, repleta de violencia racista.

En ‘Fahrenheit 11/9’, el principal mensaje propagandístico que dirige Moore sobre todo a las generaciones más jóvenes reside en que “hace falta un Donald Trump para levantarse” de un largo letargo democrático.

Lo mejor: la provocación habitual en Moore azotando conciencias, y el modelaje inicial del personaje Trump como muñeco de cera instalado en la casa más poderosa de Washington.

Lo peor: que se pierde el principal punto de atención de la película, y que pasa de largo otros aspectos más internacionales que la administración actual mantiene en sus relaciones con el resto del mundo, pudiendo hacer tambalear la concordia, la paz y la estabilidad por el capricho casi terrorista de un solo individuo.

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