En su huida en el año 1987, Bumblebee encuentra refugio en una chatarrería de un pequeño pueblo costero de California. Charlie (Hailee Steinfeld), a punto de cumplir 18 años, y sin haber encontrado todavía su lugar en el mundo, descubre a Bumblebee, averiado y traumatizado por mil batallas. Cuando Charlie hace que vuelva a la vida, no tardará en descubrir que no es un simple coche escarabajo amarillo.
Tras llevar la franquicia de Hasbro a lo más alto con la primera y segunda entregas, y destruirla sin prisa pero sin pausa en las sucesivas, Michael Bay se echa a un lado por fin, en favor del director Travis Knight (‘Kubo y las dos cuerdas mágicas’), que se encarga del primer spin-off de la saga, con el Autobot más querido y carismático de todos (con permiso de Optimus Prime): Bumblebee.
‘Bumblebee’ nos reconcilia con los Transformers, gracias a una película pequeña, nostálgica (con homenaje incluido a ‘El club de los cinco’, entre otras joyas ochenteras), divertida y emotiva.
El guion de Christina Hodson se centra en el trío protagonista y la relación de amistad que establece: la adolescente Charlie (Hailee Steinfeld, la actriz más natural de su generación), que intenta encontrar su lugar en el mundo lidiando con la inminente mayoría de edad, los problemas dentro y fuera de clase y una pérdida irreparable; Bumblebee, que cae a la Tierra destrozado por los rigores de la guerra, temeroso y emocionalmente hundido (la expresividad de la que dota ILM al robot, es impresionante), y el simpatiquísimo e ingenuo Memo (Jorge Lendeborg Jr, al que ya vimos en la reciente y buenrollista ‘Con amor, Simon’).
Felizmente, Knight se cuida mucho de alternar la acción (pequeña, muy bien rodada y visible, para que no nos perdamos entre amasijos de hierro ni nos mareemos con tanto robot. Es decir, el cineasta rueda la acción sin el parkinson hipertrofiado de Bay, y se agradece), con lo que realmente le importa: construir una historia para grandes y pequeños, amable, cálida, entrañable, divertida y alentadora; centrada en los sentimientos, en narrar el viaje de tres barcos a la deriva, que buscan su lugar en un mundo a menudo hostil, pero también maravilloso.
Este Bee comparte intenciones con Spielberg y Abrams, y su sentido del asombro y la maravilla (ensalzado por la bonita banda sonora de Dario Marianelli).
Es tan honesta en sus pretensiones que, a ratos, puede parecernos ingenua, pero en eso reside la mayor parte de su encanto.
Bajo el espectáculo pirotécnico, lo que queda es el arduo camino hacia la madurez de Charlie y Memo, el descubrimiento de la amistad verdadera con el Autobot que cayó a la Tierra; la fuerza de la familia, ese bastión que siempre está ahí cuando todo lo demás se hunde; el miedo y la violencia ante lo desconocido, encarnado en un John Cena que, poco a poco, descubre que la humanidad no es exclusiva del planeta Tierra y sus moradores.
Estamos ante la película más auténtica de los Transformers y, probablemente, la única que tenga (artística) razón de ser después de la primera.
Lo mejor: se centra en los personajes.
Lo peor: el gazapo evidente nada más empezar.