Cuando Arthur Curry (Jason Momoa) descubre que es mitad humano y mitad atlante, emprenderá el viaje de su vida en esta aventura no sólo le obligará a enfrentarse a quién es en realidad, sino también a descubrir si es digno de cumplir con su destino: ser rey, y convertirse en Aquaman.
Olvidemos, por un momento, la lucha (alentada por los fans, sobre todo) entre Marvel y su MCU y DC y su DCEU, donde unos y otros intentan sacar el mayor partido posible a la larga lista de héroes del Noveno Arte, en su traslado a la gran pantalla.
Tanto la Casa de las Ideas como su competidora, han hecho las cosas bien, y también han metido la pata. La principal diferencia entre una y otra, viene establecida por la mejor planificación Marvelita, cuyo universo lleva ya unos años a velocidad de crucero.
Por suerte, parece que DC por fin captó el mensaje del público tras la fallida ‘Liga de la Justicia’, y la somanta de palos (y carne de memes) que se llevó ‘Batman v Superman’. Su universo necesitaba un respiro y, también, un frenazo.
De llegar a unificarse, ha de hacerlo despacio, divirtiendo al público y cosechando alentadores datos taquilleros, aunque sea una vez al año.
Pues bien, ‘Aquaman’ cumple con todo lo que necesita una cinta de acción para el gran público, donde James Wan entrega pura evasión palomitera de punta a cabo.
‘Aquaman’ es un frenético batiburrillo que mezcla acción, aventuras clásicas, comedia y romance, espoleada por el carisma entrañable de Jason Momoa, que ha nacido para este papel de irreverente y chulesco bocazas de buen corazón; la fuerza de Amber Heard y un plantel de secundarios de lujo (atentos a Dolph Lundgren y esos pelazos tan molones; Patrick Wilson y su resuelto ‘villano’, Willem ‘todo lo hago bien’ Dafoe y Nicole Kidman reinando sin paliativos) entregados al despiporre.
El viaje del héroe de las profundidades brilla gracias a una tonelada de millones, que posibilitan la interminable variedad de diseños de criaturas, tecnología y escenarios.
Wan se lo pasa en grande apalizando tiburones con caballazos de mar, mostrando enormes bichejos abisales, soldados de alta tecnología (Black Manta es tan raro y chorra, que hasta mola), submarinos y sumergibles que ya quisieran en Naboo.
Todo es colorido, brillante-discotequero y exuberante, desde la propia Atlantis y los reinos de los mares, hasta los paisajes en la superficie, donde destacan el desierto del Sáhara y Sicilia.
Además, James Wan no se complica la vida liando la madeja.
En su película, los malos son muy malos y los buenos muy buenos. Todo está clarito para que el espectador se centre en disfrutar del viaje, que no inventa nada y recicla mucho pero, también, resulta enormemente satisfactorio y divertido, quitando hierro al (hasta ahora) grave y pretencioso universo DC.
El único camino a seguir en estos tiempos de encarnizada lucha por la taquilla, es hacer películas que gusten al público. Si ese objetivo básico no se cumple, los demás tampoco lo harán.
Sin alardes, con honestidad y desparpajo, ‘Aquaman’ se convierte en un caramelo navideño y una digna película de capas y mallas.
Lo mejor: lograr que un armario empotrado a lomos de un caballito de mar, no resulte ridículo.
Lo peor: recicla todo.