Holt Farrier con ayuda de sus hijos Milly y Joe se dedican a cuidar de un elefante recién nacido cuyas orejas gigantes le hacen ser el hazmerreír en un circo que no pasa por su mejor momento. La familia circense de Holt incluye además a la señorita Atlantis, Rongo, Pramesh Singh y su sobrino, a la grandiosa Catherine y al magnífico Iván. Max Medici, el dueño del circo, se decepciona al saber sobre las enormes orejas del pequeño paquidermo hasta que descubre que es capaz de volar, llevando al circo de regreso a la prosperidad.
En la naturaleza encontramos curiosidades relativas a animales que logran volar sin alas como ardillas, peces e incluso serpientes. En la mitología dragones, caballos o esfinges surcaron cielos imaginables. Y en el mundo de la animación hasta casas han flotado por el aire con la asistencia de millares de pequeños globos. Casi 80 años después del clásico original, era lógico que ‘Dumbo’ volara a la imagen real, siguiendo la misma línea de producción de la casa de Mickey Mouse.
A diferencia de sus predecesoras que buscan emular los éxitos que todos llevamos en algún lugar del corazón -el caso de ‘Maléfica’ es un punto de vista bien distinto de ‘La bella durmiente’-, con interpretaciones, fotografía y acción más o menos reales (en cine es bien sabido que todo es tramoya y simulación), haciendo una especie de “copia y pega” con efectos digitales (al fin y al cabo también es animación), este ‘Dumbo’ va más allá de la historia en que se basa. Por encima de candelabros que hablan, osos que bailan en la selva, príncipes que solo reconocen a su enamorada no por recordar su cara sino por el tamaño del pie que calza, la historia del bebé-elefante volador se respeta, se completa y además se avanza.
Tim Burton ya tiene una solvente experiencia con la animación (‘Pesadilla antes de Navidad’ -que no la dirige él-, ‘La novia cadáver’); con Disney (‘Frankeenweenie’, ‘Alicia en el país de las maravillas’); con las adaptaciones (‘Batman’, ‘Sleepy Hollow’); logrando películas de culto (‘Bitelchus’, ‘Eduardo Manostijeras’), y otras algo más personales (‘Big Fish’, ‘Big Eyes’). No es de extrañar que con esta trayectoria fuera capaz de realizar atractivos juegos malabares para devolver el interés por el pequeño paquidermo volador.
El guion de Ehren Kruger (las dos entregas de la versión americana de ‘The Ring’, las tres primeras secuelas de ‘Transformers’), mantiene vivo el espíritu del cuento original de Helen Aberson y Harold Pearl en cuanto a la desconsideración con la que se trata al que nace diferente y a la separación entre el bebé y su madre. Pero enseguida avanza considerablemente en la historia del circo y de sus personajes humanos.
Por un lado, un padre que regresa de la guerra mutilado y sin esposa, al frente de dos hijos, y relegado al cuidado de los animales que conforman la variopinta familia circense. Y por otra parte el poderoso imperio del negocio del entretenimiento Dreamland cuya única ambición es engullir al Circo de los Hermanos Medici para apropiarse de Dumbo.
Collin Farrell, Alan Arkin y los niños Nico Parker y Finley Hobbins debutan por primera vez a las órdenes de Tim Burton. Entre los que ya han trabajado con el director destacan Eva Green, Danny DeVito y Michael Keaton.
Esta adaptación de la película animada conserva sus canciones, sus personajes, sus trucos y su magia. El prolífico Danny Elfman vuelve a poner su batuta a merced de las partituras originales y canciones de Frank Churchill y Oliver Wallace a modo de cameos, y a disposición de la incombustible e inseparable relación con el director Tim Burton.
Este ‘Dumbo’ contiene la esencia del clásico de animación (no hay que olvidar su breve aparición en aquella indispensable ‘¿Quién engañó a Roger Rabbit?’). Y además demuestra su respeto tanto por la unidad familiar, como por la familia del gremio circense, unos personajes un tanto marginales al trabajar deambulando como nómadas del espectáculo. Quién sabe si algún día veremos leones acróbatas digitales circenses como sustitución a los animales en cautividad.
Tim Burton nos trae una suculenta y apetecible película familiar: la mejor adaptación de un clásico animado hasta el momento, dándole una nueva vida y completando, con una maravillosa puesta en escena, el original.
Lo mejor: el maravilloso espectáculo del mundo, con sus luces y sus sombras, y ese Dreamland que parece una mezcla salvajemente hipnótica y siniestra de conocidos parques que podamos tener en mente.
Lo peor: algunos detalles digitales, que por la complejidad de los planos y sus elementos reales y ficticios, no combinan todo lo bien que sería de esperar.