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‘Gracias a Dios’, remover la mierda

Alexandre vive en Lyon con su esposa e hijos. Por casualidad, se entera de que el sacerdote que abusó de él cuando era un boy scout sigue trabajando con niños. Se lanza a un combate al que no tardan en unirse François y Emmanuel, otras víctimas del sacerdote, con el fin de “liberarse” de sus sufrimientos a través de la palabra. Pero las repercusiones y consecuencias de sus testimonios no dejarán a nadie indemne.

Al visionar por primera vez esta interesantísima película empiezan a saltar las reflexiones. Una de ellas reside en la verdadera oportunidad y la necesidad de expresar y compartir las duras experiencias de abusos por las que muchas personas anónimas, que desfilan a diario por nuestras vidas, han padecido y cicatrizado, aún sufriendo todavía sus consecuencias.

Es curioso el juego que hubieran aportado aquí otros títulos de famosas películas, que nada tienen que ver con este argumento, como podrían ser “El silencio de los corderos” o “La ley del silencio”, entre unos cuantos, y cómo mutarían sus connotaciones. Pero, al igual que sus protagonistas pretenden llamar la atención de la sociedad con una curiosa pancarta ondeando tras la cola de una avioneta como antaño en las playas, desde este escrito se ha preferido parafrasear alguna línea del guion para hacer hincapié en el mismo subtítulo. Remover, como efecto de investigar sin trabas para sacar a la luz delitos no tan ocultos, y airear la mierda -sin perdón alguno- para que no permanezca impregnada en la delicada mente de un niño inocente para el resto de sus días.

François Ozon (‘La amante doble’, ‘Frantz’, ‘Joven y bonita’), pone el dedo en la llaga en uno de los estigmas más relevantes para la Iglesia Católica en los últimos años. Aunque su intención inicial era la de realizar un documental sobre los casos de pederastia cometidos reiteradamente por el padre Preynat, finalmente optó por escribir y dirigir ‘Gracias a Dios’ inspirada en los hechos reales y recientes ocurridos en la diócesis de Lyon. Ozon observa y describe con sencilla maestría la impunidad, la ocultación y las secuelas.

Para ello adopta el punto de vista de los fundadores de la asociación “La palabra liberada” (La parole libérée), y sus primeros pasos. Melvil Poupaud, Denis Ménochet y Swann Arlaud retratan tres dispares ejemplos sobre cómo es la vida actual, cristiana o no, a raíz de los abusos sufridos 30 años atrás por un cura que se autodenomina enfermizo. Pero también describe la inacción de familiares, y de autoridades eclesiásticas y judiciales ante un problema con tamañas consecuencias.

‘Gracias a Dios’ es una realidad confesa pero inerte. Entendiendo a la Iglesia como conjunto de creyentes, y no solo por sus miembros dirigentes, la película al igual que sus protagonistas no van “contra la Iglesia sino por la Iglesia”, para evitar que sigan produciéndose tales delitos contra la intimidad sexual.

No es una cuestión de fe, ni mucho menos. Lo que se pone en duda es la ambigüedad de las palabras y de sus acciones por parte de la Iglesia lionesa, y por supuesto extensible a cualquier forma de abuso de poder. Pero el valor principal de ‘Gracias a Dios’ reside en la unidad y en compartir: “hace falta valor para hablar” o “sienta bien saber que no estás solo”, son frases que en este contexto combaten eficazmente contra la prescripción eclesial. François Ozon realiza un magnífico ejercicio social de reflexión espiritual.

Lo mejor: la posibilidad de hablar de esta lacra eclesial abiertamente, la necesidad de hablar con los más indefensos para ofrecerles protección familiar e información.

Lo peor: el metraje y que se trata de una historia trístemente inconclusa.

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