La sociedad secreta Club Osiris recurre a Hellboy para acabar con unos gigantes que están sembrando el pánico en Inglaterra. Entre tanto se está fraguando un mal mayor en Londres: Nimue, La Reina de Sangre ha vuelto de entre los muertos con la intención de acabar con el mundo. La Agencia para la Investigación y Defensa Paranormal (AIDP) centra sus esfuerzos en evitarlo enviando a fulminar a la bruja a su mejor equipo: Hellboy, el veterano Ben Daimio y “la pequeña” Alice Monaghan. Pero los demonios también tienen sus demonios, y los de Hellboy le llevarán a preguntarse si ha de velar por lo humano o… unirse a los suyos y convertirse en el Rey del Infierno.
Antes de continuar, voy a centrarme en recalcar dos máximas de cara a orientar como merece la crítica de la nueva ‘Hellboy’: Neil Marshall y Guillermo del Toro son cineastas en las antípodas, y una saga de cómics no es lo mismo que su(s) adaptación(es) audiovisual(es).
Dicho esto, es justo decir que la creación comiquera del gran Mike Mignola tiene en Marshall un macarra y electrizante admirador, donde antes tuvo a un artesano poeta.
Marshall conserva algo (poco) de las películas precedentes; la suya es un huracán cinematográfico de aire infernal, anárquico, caótico, sangriento y juerguista, que manda todo, como bien dice el tráiler, al Infierno.
Enemigo de la sutilidad, las aventuras del diablillo lo fían todo a las contundentes set pieces de acción (donde habitan gigantes, monjes, sociedades secretas, brujas, bichos varios, el folclore de la omnipresente ‘y siempre apañada para guionistas poco curiosos’ mitología de la leyenda Artúrica) y el carisma de su protagonista: David Harbour se esfuerza por desmarcarse del gran Ron Perlman en la caracterización, y su Hellboy atiza, desmembra y dispara a todo lo que pilla, soltando por el camino una ingente cantidad de dardos y chascarrillos propios del más avezado, puñetero y socarrón de los One Liners.
Acompañada de unas palomitas y unas birras, ‘Hellboy’ se disfruta sin complicaciones. No todos los cómics son de Marvel, y no todos los héroes huelen bien, presumen de barba recortada y ayudan a los ancianos a cruzar la calle.
Tiene unos cuantos fallos, algunos cgi cantan de lo lindo (esos Gigantes) el atropellado montaje (donde se notan demasiadas manos) no ayuda, y apenas se para un segundo a desarrollar mínimamente al elenco de personajes secundarios (salvo la excelente puesta en escena y personalidad de Baba Yaga, que bien podría haber salido de la mente del propio del Toro), que son aquí meros comparsas.
Pero no es, ni de lejos, una mala adaptación de la obra de Mignola, ni una película palomitera a desechar.
El ‘Hellboy’ de Marshall es una carrera de ‘Monster Trucks’: puede no ser refinado, incluso tonto y paleto; absolutamente nada gafapástico… pero infernalmente disfrutable.
Lo mejor: se gana la calificación para mayores y no es, para nada, el desastre que muchos quieren que sea.
Lo ‘peor (merece aquí el entrecomillado)’: las de del Toro son Chardonnay con música suave. Ésta es Budweiser y Rock. Sobre gustos no hay nada escrito.