¿Qué pasaría si un niño de otro mundo aterrizara de emergencia en la Tierra, pero en lugar de convertirse en un héroe para la humanidad fuera algo mucho más siniestro?.
Primero, lo obvio: la historia principal de ‘El Hijo’, es la de Superman. Llegado a la Tierra, con superpoderes, y acogido por unos padres granjeros que lo adoptan creyendo que es una bendición.
Lo que podría haber sido una cinta de superhéroes ultra referencial se convierte en una nueva lectura del género añadiendo el terror, gracias al aporte de James Gunn, que ejerce de productor ejecutivo.
En ‘El Hijo’, los ingredientes del chaval son los mismos que los de El Hombre de Acero, salvo que éste (bien por herencia o por una influencia exterior que no llega a explicarse del todo, o ambos) es un psicópata sin remisión con un objetivo claro (conquistar), medios para conseguirlo y la nula oposición de unos humanos convertidos en sangrientos objetivos.
Ni el amor incondicional de su madre adoptiva (Elizabeth Banks, siempre en su sitio) es suficiente para detener al Hijo de Satanás venido del espacio. Lo mejor de la película es disfrutar de un What if en la gran pantalla, sin subterfugios.
Aquí no hay kryptonita chunga; ni maltrato paternal; ni siquiera un acoso escolar que pueda detonar la bomba. El chico es all american, solo que viene de a saber qué tugurio espacial de tarados, y es incapaz de controlar su sed de sangre y poder por mucho amor y comprensión recibida en su entorno familiar.
Por lo demás, no hay nada especialmente destacable: su factura es modesta pero efectiva; el libreto enlaza escenas sin esfuerzo hasta el sorprendente (es un cumplido) final y los personajes, más allá de la ya citada Elizabeth Banks y, cómo no, el diabólico infante, son clichés parlantes.
Quien quiera saber qué ocurre al meter en una coctelera a Superman, agitado en un preparado de locura y perversión desprovistas de guía y valores y servido como cabroncete letal sobre un lecho de cadáveres incautos de un pueblecito rural, ‘El Hijo’ es su película.
Lo mejor: la vuelta de tuerca y el final, que puede dar lugar a una secuela curiosa.
Lo peor: salvando la premisa, el resto es aseado, pero convencional.
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