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‘Okko, el hostal y sus fantasmas’, hospitalidad animada

Después de perder a sus padres en un accidente automovilístico, Okko se traslada a vivir al campo con su abuela, quien dirige un ryokan de aguas termales, una posada tradicional japonesa. Allí, la joven puede comunicarse con fantasmas amistosos que la ayudan a acostumbrarse a la vida del ryokan, convirtiéndose en la aprendiz y futura responsable del establecimiento después de que se retire su abuela.

La cultura popular japonesa cuenta con un amplio espectro fantasmagórico (nunca mejor dicho), que ha servido para recrear fabulosos cuentos, espeluznantes películas, e incluso fascinantes mangas y animes. Los denominados “yūrei” transitan entre el mundo de los vivos y de las ánimas con alguna intencionalidad pendiente. Como les sucede a los simpáticos personajes de las novelas infantiles escritas de Hiroko Reijo, ilustradas por Asami, que ayudan a la protagonista a superar el duelo y la transición.

‘Okko, el hostal y sus fantasmas’ está dirigida por Kitarô Kôsaka. Ha pasado mucho tiempo desde sus dos primeras películas no estrenadas en nuestro país, ‘Nasu: Andalusia no natsu’ (2003) y ‘Nasu: Suitcase No Wataridori’ (2007). La primera de ellas ambientada en la Vuelta Ciclista a España (y primer anime japonés presentado en el Festival de Cannes), y la segunda en la ronda japonesa. Posee amplia experiencia en el mundo de la animación, sobre todo en grandes títulos del Studio Ghibli, y en otras joyas como ‘Metrópolis’, ‘Akira’, o ‘El niño y la bestia’. Con todo ese bagaje artístico y una historia preciosa es difícil pensar que no rebose magia de sus imágenes.

Okko es una niña que pierde a sus padres en un terrible accidente de tráfico del que ella sale ilesa. Y el duelo se ve superado, o al menos aparcado por las extrañas presencias de fantasmas que interactúan únicamente con ella. Además, el hecho de trasladarse a vivir con su abuela, que regenta una posada en un ambiente de exquisito descanso y atenciones, despertará en ella un afán de superación por adaptarse y ofrecer la excelencia para con sus huéspedes.

Valores como la hospitalidad, la preocupación por los demás, el buen nombre del establecimiento, el trabajo honorable y el progreso conjunto, son las principales virtudes que la joven va alcanzando a lo largo de esta interesante experiencia.

En dicha labor le acompañan el fantasma de Uribo, un niño divertidísimo que disfruta hurgándose la nariz con total desparpajo, y el de Miyo, la difunta hermana mayor de una peculiar compañera de clase. Sin olvidar al pequeño Suzuki, un demonio travieso y glotón, que suele ir robando la comida del hostal. Un estrambótico equipo con el que la protagonista madura y aprende a apreciar el valor de la verdadera amistad.

‘Okko, el hostal y sus fantasmas’ está especialmente indicada para toda la familia. Por su temática, los más pequeños pueden resolver o apaciguar inquietudes de índole más espiritual. Y los mayores disfrutar de una historia muy bien desarrollada, divertida, y que reflexiona sobre el trabajo bien hecho, algo que por desgracia parece pertenecer a otras culturas un tanto lejanas.

Es natural, graciosa, espontánea y reflexiva. Tiene un tipo de dibujo diferente para los personajes infantiles con ojos enormes y expresivos, que parecen desvincularlos del mundo adulto. Y su animación está muy cuidada, con gran nivel de detalle que hará las delicias tanto a mayores como a jóvenes.

No existen buenos ni malos en ‘Okko, el hostal y sus fantasmas’, sino buenas oportunidades de mejorar y de saber que no estás solo en este mundo de amistad y tradición.

Lo mejor: la temática y el factor sorpresa te hacen volar como una cometa por su delicada historia.

Lo peor: el poco tiempo que tiene programado su paso por cartelera, al menos se estrena en cines.

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