Desde que se cruzaron los caminos del agente Hobbs (Johnson), un leal miembro de los servicios de Seguridad del Cuerpo Diplomático estadounidense, y del solitario mercenario Shaw (Statham), ex miembro de un cuerpo de élite del ejército británico, los insultos, golpes y burlas no han cesado entre ellos para ver cuál de los dos cae antes. Pero cuando un anarquista mejorado ciber-genéticamente llamado Brixton (Elba) se hace con el control de una peligrosa arma biológica, el mundo se enfrenta a una de sus mayores amenazas. Cuando Shaw se entera de que además Brixton ha derrotado a su hermana, una brillante e intrépida agente secreta del M16 (Kirby), él y Hobbs no tendrán más remedio que dejar su mortal enemistad a un lado para salvar el mundo y derrotar al único hombre capaz de acabar con ellos.
Sobre todo después de la quinta entrega, solo hay una manera de enfrentarse a la saga de Fast & Furious sin caer en la decepción: abrazarla como un entretenimiento desfasado, hormonado, mononeuronal, hiperbólico, desafiante de todas y cada una de las leyes de física y trillado de eslóganes propios del drama de baratillo.
Esto no es malo, pero sí cierto.
Desde que la fórmula del éxito se tradujo en ‘cuanto más, mejor’, Vin Diesel y compañía han rizado el rizo, bordeando y sobrepasando los límites del Blockbuster sin sonrojarse.
Quien se sienta en una sala de cine y es honesto consigo mismo, sabe perfectamente la clase de película/cartoonque va a ver.
La crítica, por tanto, tiene que desarrollarse en ese contexto. Y, dentro de la alocada mitología rápida y furiosa, ‘Fast & Furious: Hobbs & Shaw’ está entre las mejores y más satisfactorias entregas de la franquicia.
El spin-off reúne al poco sutil Hobbs (Dwayne Johnson); al sofisticado y lacónico Shaw (Jason Statham); la poderosa y contundente Hattie (Vanessa Kirby) y el superdotado villano Brixton (Idris Elba) y los mete en una aventura imposible que ya quisiera para sí el James Bond más lisérgico.
Nada de lo que ocurre en la cinta resulta creíble, ni tiene sentido.
Pero ése no es el objetivo: aquí lo que cuenta es pasar un buen rato.
El cuarteto protagonista rezuma carisma y oficio, el director David Leitch (Deadpool 2, John Wick) sabe perfectamente lo que se hace para que la acción fluya; el sólido quinteto y todo el equipo restante que les acompaña están decididos a entregar una odisea de acción sin paradas que, además, se crezca en la caricatura.
Este es otro de los alicientes de la película, del que carece la saga principal, encapsulada en la filosofía vital del mandamás Vin Diesel, que se cree que lo suyo es trascendente.
Por suerte, ‘Hobbs & Shaw’ no se toma nada en serio.
Los dos machos Alfa, sus ademanes, la interminable sucesión de puyas y coñas, los cameos… son decidida y acertadamente paródicos.
Lo que sea por divertir a la audiencia, desde el slapstick más chorra hasta proezas sobrehumanas de las que no sería capaz ni el Capitán América.
‘Fast & Furious: Hobbs & Shaw’ es un soplo de aire fresco y gamberro en una saga hace tiempo saturada cuyo camino para seguir brillando es el que toman estos dos piezas.
Se disfruta, y olvida, con la misma facilidad. Pero mientras dura el viaje, que levante la mano quien no se haya echado unas buenas risas.
Lo mejor: apuesta honestamente por la parodia.
Lo peor: evidentemente, es increíble.