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‘Litus’, misivas de réquiem

Toni reúne de nuevo a sus amigos después de un tiempo sin verse. Tras la muerte de Litus, por fin pueden disfrutar de un rato juntos. Sin embargo Toni tiene una noticia inesperada: Litus dejó una carta de despedida para cada uno de ellos. Lo que debía ser un encuentro para hablar de Litus se convierte en ocasión para descubrir los secretos más íntimos y todas las emociones escondidas durante años.

Hace ya algún tiempo me comentaba mi padre, en tono distendido y en una de esas conversaciones en las que no hacía falta que me lo remarcara en la pizarra, que la afección y el dolor de cuando alguien se va no reside en la persona ausente sino en los familiares y círculo más cercano que, por lo general, no sabemos muy bien cómo encajar tal vacío. Se hace muy raro eso de tener a alguien presente aunque no esté a tu lado de manera física y de pronto no volver a charlar, abrazar, pasear, compartir, querer, vivir o lo que se nos ocurra en su compañía, pues conlleva siempre un duelo que pervive en los sentimientos.

La dramaturga Marta Buchaca, autora de la homónima obra de teatro, ha puesto en manos del director Dani de la Orden esta magnífica adaptación cinematográfica en la que ambos han colaborado con el guion. ‘Litus’, en breves palabras, está llamada a ser una de las mejores producciones españolas del año. Si no, tiempo al tiempo… Su sencillez se basa en un argumento conmovedor y unas excelentes actuaciones, frescas, llenas de dolor apagado y gloria interpretativa, que logran transmitir dinamicidad y cercanía al drama con humor.

El ‘Litus’ de Dani de la Orden es un enorme salto cualitativo que se aleja de sus últimas comedias, cuyo peso recae más en la popularidad televisiva de sus intérpretes que en las mismas tramas que desarrollan. Aunque, como siempre, va en cuestión de gustos. Por fortuna, se aleja de ese cine más orientado a la taquilla. Es un ejercicio personal, reflejando una de las realidades de esas generaciones treintañeras en las que la vida está ya enfilada para ser disfrutada o destrozada. 

Litus es un personaje que no existe, ya no está. Y en su piso se van reuniendo hermano y amigos tiempo después para hablar de lo bueno y lo malo que nunca se dijo en toda esa ausencia. Reproches cruzados, palabras duras, experiencias irresponsables, van saliendo entre el cinismo y el humor sano de la amistad de quienes no tuvieron la oportunidad de una despedida.

Con ese espíritu de buen rollo con el que los buenos amigos se reúnen en un piso para anunciar una marca de cerveza, los protagonistas van apareciendo en pantalla un tanto descolocados, sin haber pasado página, ni duelo alguno por una situación incomprendida para todos y cada uno de ellos. Y al igual que sucedía en la mencionada película ‘Los amigos de Peter’, nada es casual.

Adrián Lastra expande toda su pericia interpretativa con un espléndido papel mezcla de inestabilidad emocional, humor y nexo de unión entre los componentes del encuentro. La naturalidad de Belén Cuesta engatusa una vez más al espectador con esa espontaneidad frente a la cámara y a sus compañeros. Y Quim Gutiérrez asume la responsabilidad de transmitir las palabras de su hermano que nunca hubo de decir a la cara a los amigos y familiares.

Además, Álex García, Marta Nieto y Miquel Fernández completan el reparto de los diferentes roles que van navegando por el escenario entre el suspense, el drama, la comicidad y el verdadero valor del afecto compartido. Todos ellos logran dinamizar unos diálogos muy trabajados, resueltos y muy cercanos al espectador.

Cabe destacar que la banda sonora de Dani Trujillo incorpora canciones originales para la película de Iván Ferreiro.

‘Litus’ une las palabras de las cartas a la música y letra de las canciones a modo de réquiem contenido. En una época en la que somos capaces de publicar nuestra vida por Instagram, es curioso que no sepamos decir a la cara una explicación y mucho menos un incomprendido adiós. Palabras mudas que se las lleva el tiempo, pero que son capaces de abrir los corazones en canal.

Lo mejor: consigue describir historias y sentimientos que no se cuentan, más allá de las palabras, y por supuesto las interpretaciones, algunas de ellas claras candidatas a merecer al menos un Goya.

Lo peor: la tristeza, la melancolía, los posos que deja una huida inesperada.

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