Han pasado más de dos décadas desde que Sarah Connor evitara El juicio final, cambiara el futuro y reescribiera el destino de la raza humana. Dani Ramos lleva una vida sencilla en Ciudad de México con su hermano y su padre cuando un Terminator altamente avanzado y letal, un Rev-9 , retrocede en el tiempo para darle caza y muerte.
El problema de las películas ambientadas en el futuro es que cuando el calendario se acerca a la fecha señalada hay que revisar la historia. Pero si además hay saltos y viajes temporales podemos liarlo todo a gusto para justificar cualquier incoherencia. El futuro ya ha llegado.
Justo cuando se cumple el vaticinio distópico de la legendaria ‘Blade Runner’, cobra más fuerza que nunca el emblemático eslogan del Dr. Tyrell, “más humano que los humanos”, sobre el ejemplo que nos compete sobre ‘Terminator: Destino oscuro’.
Pero vayamos por partes. En 1984 James Cameron creaba el famoso cíborg acorazado y revestido con chapa de imitación de piel humana, en el que un musculoso y todavía joven, Arnold Schwarzenegger, viajaba en el tiempo para eliminar al líder de la resistencia que aún no había nacido. Skynet lidera la inteligencia artificial de las máquinas y busca la extinción de su mano creadora. Y aunque los efectos especiales no son demasiado avanzados (más maquillaje y muñecos semi-autómatas), lo bueno es que el T-800 y el actor tienen semejante inexpresividad, y desarrolla un argumento muy convincente.
El salto cualitativo vino con el Juicio Final, cuando se retuerce la historia y se justifica que el exterminador ahora haga de protector, y la amenaza provenga de un ente con aspecto de mercurio mutante e inteligente; y sus aspectos técnicos y visuales sí obtengan el resultado requerido con la mejor nota. Era 1991.
Casi treinta años después, y prescindiendo de las secuelas cinematográficas y televisiva posteriores, Cameron produce y reinicia, junto a las ideas de David S. Goyer, un tuneado del T-2 con ‘Terminator: Destino oscuro’, intuyendo que lo de la tonalidad incluye solera y solvencia. Y el producto lo dejan en manos de la realización de un más que eficaz Tim Miller, tras demostrar lo que es capaz con ‘Deadpool’.
Además se recupera a Linda Hamilton como la Sarah Conor originaria, uno de los pilares básicos de la leyenda, junto a Schwarzenegger, sello imprescindible para cualquier producto de la saga que se precie, quien interpreta las dos caras de la misma moneda. A partir de ahí hace y deshace con el pretexto temporal de que lo que antes se denominaba de una manera ahora sea llame de otra sin la necesidad de tener que acudir a explicación alguna. Ya está, solucionado: no sucedió en las otras películas y no sucederá ahora.
Posee una nueva heroína impresionante, una guerrera del futuro “aumentada”, cuya misión es proteger a la madre del nuevo mesías liberador. Mackenzie Davis (‘Tully’, ‘Blade Runner 2049’, ‘Marte’), se come afortunadamente gran parte del peso interpretativo. Y también cuenta con un nuevo y tenaz enemigo, el Rev-9 de un desconocido -al menos por estos lugares- Gabriel Luna, como mezcla mejorada del T-1000 y Venom en versión 2×1. Dani Ramos es el objetivo a proteger, a quien el futuro quiere aniquilar, y está interpretada con solvencia por la colombiana Natalia Reyes (‘Pájaros de verano’).
No es de extrañar ver caras conocidas de nuestro país, como la de Enrique Arce, Alicia Borrachera, Mario de la Rosa, Stephanie Gil, o Tristán Ulloa entre otros, pues parte de la producción se ha desarrollado en Murcia, Almería y Madrid.
‘Terminator: Destino oscuro’ es una sucesión de acción fabulosa y abrumadora que te atrapa desde el principio, pues ya no hay biblia que seguir, y no te suelta salvo para coger aliento de vez en cuando. Tiene peleas de esas que te duelen de tan solo verlas, y espectaculares persecuciones que te dejan sin aliento. El responsable de su banda sonora, el disk-jockey metido a compositor Junkie XL, ha mantenido el tema bandera de Brad Fiedel, haciendo un Terminator más español, incluso con acordes y punteo de guitarra española, lo cual es muy de agradecer.
Tiene que ser muy difícil mantener la confianza y la compostura cuando te dicen eso de que “todo el mundo morirá si no sobrevives”. Pero más será dar vida a un robot que ha desarrollado voluntad propia como para adoptar una familia, haciendo propio el lema de Tyrell. ¿Imposible? no, es la magia del cine.
Lo mejor: la acción, esa pizquita de ironía y casi burla hacia los personajes que sabe manejar el director Tim Miller, y por supuesto el antes y el después que le va a suponer a Mackenzie Davis, una heroína de altos vuelos.
Lo peor: que bajo ese envoltorio el público pueda quedar un tanto desconfigurado y a la par mareado, teniendo el único referente de que cuanto se pueda disfrutar quede desdicho en cualquier secuela, precuela, reinicio o lo que sea.