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‘Adiós’, frágil despedida

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Sevilla. La muerte accidental de una niña en la barriada de Las Tres Mil Viviendas cae en manos de Eli, una inspectora que tendrá que lidiar con los recelos de Juan, padre de la niña fallecida y cabeza de familia del clan de Los Santos. El choque entre Eli y Juan por esclarecer la muerte de la pequeña, destapará ante ambos toda una red de secretos y mentiras que transitan a lo largo de la delgada y difusa línea que es la justicia.

A veces la fragilidad de la vida es tan sutil como una bella e inocente mariposa atrapada en la piel de la niña, quien pacientemente la colocó, la humedeció y al final destapó del papel que la contenía, para apreciar que su fina textura quedara fijada en el dorso de su mano. Una calcomanía tan efímera en el recuerdo como las palabras de cariño de un ser querido y ausente.

Entre Madrid y Los Ángeles, y aprovechando su tirón televisivo, el sevillano Paco Cabezas hace parada y fonda para dirigir esta mezcla de brutal delicadeza. El guion está escrito por José Rodríguez y Carmen Jiménez facturando una historia de justicia y venganza ubicado en el entorno marginal de diferentes clanes de delincuentes.

‘Adiós’ está ambientada en la actualidad, en esos jirones residuales del chabolismo vertical que sobreviven de aquellas políticas sociales desarrolladas del extinto Ministerio de la Vivienda en las décadas finales del franquismo. Familias de clanes enfrentados en un mundo de drogas, violencia y extorsión. Y dos vidas cruzadas que se relevan en la dura contienda por descubrir la verdad.

Mario Casas (cuya madurez interpretativa está a estas alturas fuera de cuestión), junto a Natalia de Molina (adorable y espléndida, como casi todo lo que hace), representan a los padres de una joven familia que poco a poco van normalizando su situación y reinsertando sus vidas procurando mantenerse lo suficientemente alejados de ese peligroso mundo de los trapicheos. Hasta que les tocan el delicado equilibrio familiar y se desboca la tragedia. 

Por el contrario, Ruth Díaz (excelente luchadora, cercana y emotiva), y Carlos Bardem (duro y áspero, en esa ambigüedad interpretativa), son una pareja de inspectores de policía que viven su día a día en connivencia con malhechores de toda calaña, tanto en el desamparado mundo de las calles como en el violento entorno profesional.

Impresionante es el trabajo que elabora Mona Martínez en el papel de matriarca del clan de Los Santos, y magnífica la ambientación, basada en escenarios reales con todos los problemas de producción que ello pueda representar. Tiene mucho mérito haber podido filmar en estas localizaciones cuando hay servicios públicos que se resisten a intervenir en dichas zonas. Y una banda sonora a cargo de Zeltia Montes, con potentes canciones flamencas para aliviar el llanto.

‘Adiós’ está contada en tres tiempos o capítulos desarrollando una intensa emoción que evoca desde el amor más puro hasta la venganza más ruin, pasando por el odio soterrado que puede machacar a víctimas inocentes de un macabro juego social. Protección, duelo, desolación y “gemíos gitanos” para una historia que parece salir de un texto lorquiano actualizado.

Lo mejor: actores, puesta en escena, suspense… Y la idea de que la justicia y la venganza puedan discurrir de forma paralela, cuando la una desfallece la otra releva a la primera hasta que juntas llegan al mismo destino.

Lo peor: que no por ser una película marginal deja de ser interesante la realidad que propone, dura pero valiente, obligando a no echar la vista del espectador hacia un lado.

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