Kate deambula por Londres amargada por un cúmulo malas decisiones, continuamente acompañada por el tintineo de los cascabeles de sus zapatos, otra irritante consecuencia de trabajar como elfo en una de esas tiendas navideñas que abre todo el año. Cuando Tom aparece en su vida, Kate comienza a ser capaz de ver más allá de sus numerosas barreras, aunque resulta demasiado idílico para ser verdad. A medida que Londres se transforma para celebrar las fechas más maravillosas del año, todo parece ponerse en contra de la pareja. Pero, en ocasiones, hay que dejar que caiga la nieve, saber escuchar al corazón… y tener fe.
Recuerdo haber leído, hace algún tiempo, en la prestigiosa National Geografic, un estudio que relacionaba la depresión con la navidad. No se sabe muy bien si los excesos de reuniones familiares agolpadas en los últimos estertores del año, las ineludibles y a veces incómodas comilonas de empresa en las que cualquier detalle pasado por burbujas estará presente en futuras decisiones directivas, tal vez la necesidad de envidiar esa amable felicidad con la que nos desbordan los protagonistas de todos los anuncios de la época, o que el dichoso Black Friday haya dinamitado nuestra menguada cartera con artículos innecesarios, puedan ser motivos suficientes para desarrollar dicha negatividad. Decía ese mismo artículo que quienes son capaces de anticiparse de manera natural al consumismo, al materialismo e, incluso, a los desvaríos de cuñados, parientes afines y similar fauna que aflora en dicha época, podrían sostener una mejor salud emocional. De hecho, aseguraba concluyente, las personas que se anticipan a montar la decoración navideña no solo son más felices sino que mejoran las relaciones con la vecindad.
Quizá alguno, o un compendio de estos argumentos, haya servido a modo de terapia y de excusa para que el comediógrafo Paul Feig (‘Un pequeño favor’, ‘Espías’, ‘Cazafantasmas’), se hiciera cargo de esta ‘Last Christmas’, creando un ambiente típico y tópico al que le sabe dar alguna que otra vuelta más que interesante. Emma Thompson (‘Al encuentro de Mr. Banks’, ‘Sentido y sensibilidad’, ‘Regreso a Howards End’), repite hasta cuatro veces en los créditos, como coautora de la historia y de su guion, como productora y también como intérprete de un curioso papel de madre inmigrante yugoslava que no termina de adaptarse al ajetreo londinense.
Emilia Clarke (‘Han Solo: Una historia de Star Wars’, ‘Terminator: Génesis’), es Kate, una joven a quien le parece dar igual todo. Vive únicamente del momento actual mientras espera a que le llueva del cielo una audición musical y poder recuperar su pasión por el canto. Deambula de allá para acá mientras trabaja despreocupada en una tienda de decoración navideña. Descorazonada, impregna a su papel ciertas dosis de jovialidad, locura y redención. Es la antítesis de un elfo de Santa -en este caso representado por una divertida y mordaz Michelle Yeoh– Claus, perdida en su propia identidad.
Henry Golding (‘Crazy Rich Asians’, ‘Un pequeño favor’), interpreta a Tom, una bella y repentina aparición que provoca en ella un despertar y un interés por todo cuanto está a su alcance. Es tierno, sensible y en cierto sentido distante, alguien de quien enamorarse como para que no pase el tiempo compartido en ese banco escondido en el jardín de los secretos. Son el chico bueno y perfecto frente a la desastrosa y precipitada manera de vivir de la desilusionada Kate.
‘Last Christmas’ hace referencia directa al legado musical del cantante George Michael y Wham! (aquí no puedo evitar una media sonrisa al sarcasmo de Dead Pool), pero por fortuna no cae en el cajón de “canciones populares que hacen que te entren ganas de ahorcarte”. El apoyo en la letra de estos conocidos temas no hace de la película un producto excesivamente musical.
Navidad, romance y pista de patinaje, tres elementos casi exclusivos para estas fechas tan señaladas. Un genial paseo turístico por los mercadillos del West End londinense sin necesidad de empujones y evitando los sobrecostes navideños, antes del brexit. Y un mensaje con moraleja: “todo eso de ser especial está sobrevalorado”, todos somos únicos y distintos.
‘Last Christmas’ es la versión moderna y en femenino del famoso cuento de Dickens para quienes han perdido la ilusión por sí mismos y por los demás. Disfrazada de comedia y drama romántico, tiene la curiosa propuesta de invitar al espectador a que empiece a creer en la magia de la vida real. Divertida, musical y con gratas sorpresas que te acercan un poquito más al espíritu de la navidad.
Lo mejor: que sepa romper los tan marcados tópicos y escrúpulos propios de estas fiestas para ofrecer algo clásico y distinto a la vez. Y las suaves ironías acerca de la inmigración.
Lo peor: que a veces el argumento parece tan obstinado en encajar los temas musicales que se diluye la trama, pero es curioso que también resulta ameno.