Primer año de instituto, verano. Hodaka huye de su casa en una isla periférica para asentarse en Tokio. Sumido en la pobreza y tras muchos días de soledad, al fin encuentra trabajo como escritor freelance en una dudosa revista de ocultismo. Un día tras otro, llueve sin cesar como si siguiera el ejemplo de su vida. Sin embargo, Hodaka conoce a una chica entre el ajetreo y el bullicio de la gran ciudad. Hina es una chica alegre y de carácter fuerte que vive sola con su pequeño hermano por una serie de circunstancias.
Recuerdo con total precisión que cuando vi por primera vez ‘La princesa Mononoke’ en su estreno en la gran pantalla, la perplejidad de ver esos diseños gigantescos de los rasgos de Heidi y de Marco mucho más estilizados proyectados fuera de una pequeña televisión, produjeron en mi ánimo cierto estado de confusión. Hasta el punto de que aún tardé un rato para poder adentrarme en el discurso narrativo de este cuento épico.
A Miyazaki se le sigue echando de menos, pero agradezco tremendamente a Shinkai por cubrir las ausencias del maestro con estas verdaderas joyas que me hacen vibrar, disfrutar y sentir emociones como solo lo saben hacer quienes ostentan ese poder de la genialidad, haciendo pleno en la mayoría de sus obras.
Makoto Shinkai (‘Your name.’, ‘El jardín de las palabras’, ‘Viaje a Agartha’), es ese hombre orquesta capaz de escribir, producir y dirigir el proceso creativo de este tipo de producciones animadas en donde, si ya la técnica visual es refinada, la trama nunca nos deja emocionalmente impasibles. Sus películas están protagonizadas por personajes juveniles que hablan un lenguaje mágico, poderoso y universal, tanto si se es amante del manga y del anime, o tan solo se trata de un espectador que se deja encandilar por un precioso cuento contemporáneo.
La lluvia y su espiritualidad; los cerezos en flor, los paisajes estelares y el increíble poder de la naturaleza; el bullicio de la gran ciudad; la soledad de la pareja protagonista, unida pero lejanamente distante; las vías y los vagones del tren en el que a menudo viajamos, la inexorable desconexión de la vida.
Shinkai es capaz de construir todo esto en un maravilloso espectáculo de emoción. Pero además perfilar un precioso relato sobre la bondad, la amistad, la fidelidad y el hado tormentoso en toda su acepción.
‘El tiempo contigo’ hace referencia a un estado meteorológico. “El tiempo es un misterio” imposible de controlar, salvo ese aspecto místico y de religiosidad que se otorga a las doncellas celestes, chamanes encargadas de sanar la naturaleza.
Hodaka es un joven menor de edad que se adentra en la colosal urbe de Tokio dejando atrás su pasado. Vagabundo anónimo y fiel reflejo de lo timoratos que son los chicos jóvenes japoneses (busca y consulta todas sus decisiones por internet), topa con la generosidad de Hina, una camarera de McDonald’s, quien cuida del ligoncete de su hermano pequeño. Ambos protagonistas ayudan a encontrar el camino espiritual, pues “el mundo oculta un secreto que solo ella y yo conocemos”.
Los personajes no suelen ser lo que aparentan. Sus personalidades están diseñadas con mucho amor, sensibilidad y determinación para cambiar el destino. Similar al dibujo preciso que desarrolla, al realismo visual y a los impecables movimientos de cámara asistidos por animación computarizada. Tiene un delicioso nivel de detalle para un argumento muy bello, tan puro como el amor de dos adolescentes. Y atención a sus cameos (que incorporan las voces originales en japonés).
‘El tiempo contigo’ es un anime imprescindible, una joya para disfrutar con todos los sentidos. Para tener y retener en ese lugar privilegiado como es la pagoda de nuestra memoria donde guardamos esas reliquias cinematográficas que ha ido depositando el creador de Totoro y ahora este genial Shinkai.
Lo mejor: el ambiente envolvente de la historia y sus personajes, y el realismo mágico de su animación.
Lo peor: cuando se encienden las luces de la sala.