La querida historia de las hermanas March -Jo, Meg, Amy y Beth March, cuatro jóvenes mujeres decididas a vivir la vida según sus propias normas- es atemporal y a la vez de total actualidad en esta nueva versión de la clásica obra de Louisa May Alcott.
Ha pasado más de siglo y medio desde que la autora describiera sus propias vivencias, las de sus hermanas, familia y personajes cercanos, en esa serie de relatos encargados por su editor, destinados a entretener a los lectores de una sociedad inmersa bajo los efectos de la guerra civil americana. Evitando los sermones aleccionadores de la contienda, y ciñéndose para narrar pequeñas aventuras domésticas, que era la evasión que necesitaba el público de la época, ‘Mujercitas’ y sus secuelas se basaban en la continuidad de los personajes que crecían desde su infancia hasta su madurez bajo la atenta mirada de la escritora.
Greta Gerwig (‘Lady Bird’), en su faceta como directora y guionista de esta nueva versión, ha seleccionado aquellos puntos de su interés más acordes a nuestros tiempos para realizar una revisión de los textos originales y devolver su atractivo para el público actual. El resultado es un bello bodegón de hermanas pintadas en tono pastel, repleto de inocente diversión, galantería, modales y costumbres de una transición que va de la infancia a la juventud. Los dedos entintados y la alternancia de manos en la escritura de la protagonista nos va relatando las aventuras y desdichas de las cuatro joviales hermanas tan repletas de contrastes en sus intentos de “evitar las partes duras de la vida”.
Saoirse Ronan, una heroína de cuento y ensoñadora como reflejan sus escritos, confirma una vez más la solvencia de su actuación desde sus inicios con ‘The Lovely Bones’, en el papel de Jo. Emma Watson es Meg, la mayor, una artista de la escena, y a quien todavía es difícil de apreciar fuera de sus intervenciones en la saga de Harry Potter. Florence Pugh -casi recuperada del pasado sacrificado con ‘Midsommar’- es Amy, quien desarrolla el arte del dibujo y la pintura casi tanto como su destreza para sembrar discordia. Y Eliza Scanlen como Beth, amante de la música y la más introvertida de ellas. “La vida es demasiado corta como para enfadarse con una hermana”, parece ser la proclama común.
Laura Dern, la madre de todas ellas, es la representación de la dulzura, la compasión, la bondad y la caridad, quien domestica todo ese conjunto de temperamentos altivos en la casa March. Por el contrario, y sin olvidar el excelente trabajo de Meryl Streep como la tía rica, viene a ser un dulce retrato del cinismo y del capricho estirado de una viuda acaudalada.
El imparable Timothée Chalamet, aporta frescura, jovialidad y ciertas dotes de seducción al registro del acaudalado y consentido nieto vecino de Mr. Laurence -Chris Cooper casi irreconocible-, en un mundo de mujeres dominantes, pues no hay que olvidar que salvo ancianos y niños, los hombres andan en el frente.
La propuesta de Gerwig es la historia de una camada de fuertes féminas que han crecido con la naturalidad que impregna el amor, los celos, la competitividad, el juego y el cariño por convivir juntas y dependientes unas de otras, mientras se van lanzando por ese incógnito tobogán hacia la madurez. Y lo visualiza con flashbacks y saltos en el tiempo, sin atenerse a un orden lineal, que hace de la estructura un relato aún más interesante.
‘Mujercitas’ recrea a la perfección una época de evasión y de reconstrucción, donde el punto de mira es lo más cercano. “Sombreros de copa y seda” alternados entre la ausencia del dinero y la felicidad por lograr las inquietudes particulares de cada uno de sus personajes, con personalidades tan diferentes y dispares como cualquier hermano de cualquier familia. Describe una época en la que las mujeres no pueden subsistir sin el dinero de sus maridos, salvo que se trate de viudas ricas, y donde los cuentos acaban con felicidad puesto que “el final bueno es el que vende”, puesto que la vida es como “la marea que sube y baja”, viene y se va, y no se detiene.
‘Mujercitas’ viene a ser un excelente reencuentro con otro de esos indispensables cuentos cuyo espíritu de la navidad anda latente durante todo su metraje. Está repleto de bellas escenas que parecen sacadas de la ingenua paleta pastel de un cuadro de Soroya, con estampas playeras incluidas. Algo que desde estas palabras quieren y sirven para desear a cualquier persona, tanto lectora como cinéfila, felices fiestas, repletas de amor y paz.
Lo mejor: ese elenco interpretativo, y la meticulosa y esmerada producción, tanto en el argumento como en su puesta en escena.
Lo peor: que no se haya aprovechado para sacar algo más de jugo a unos personajes femeninos como baluartes de heroínas domésticas libres de ataduras a cualquier tiempo. Y el exceso de música del genial Alexandre Desplat, que en esta ocasión cubre de melodías interesantes planos que no las necesitan.