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‘1917’, medallas por vino

En lo más crudo de la Primera Guerra Mundial, dos jóvenes soldados británicos, Schofield y Blake reciben una misión aparentemente imposible. En una carrera contrarreloj, deberán atravesar el territorio enemigo para entregar un mensaje que evitará un mortífero ataque contra cientos de soldados, entre ellos el propio hermano de Blake.

Dicen los sabios entendidos en este mundillo del cine que la mejor banda sonora (nos referimos aquí solo a la ambientación musical, prescindiendo de efectos de sonido y voz, que también la conforman), es aquella que pasa desapercibida y se integra eficazmente en la película a la que acompaña. Y en cierto sentido, así debería ser. Como una orquesta formada por los diferentes aspectos que forman la obra, destacando aquí más unos, ensalzando allá otros, y mezclándolos en armonía para llevar al espectador a conectar con ese todo cinematográfico. Y aunque pueda parecer contradictorio, en ocasiones se echa en falta temas más fuertes y poderosos, como los del maestro Williams, cuando la cosa flojea un poco, pero por favor sin que llegue a producir la saturación de pretender ser la acción cuando visualmente no hay nada que lo justifique.  

Por cierto, la composición de Thomas Newman (‘Buscando a Nemo’, ‘WALL·E’, ‘Al encuentro de Mr. Banks’), para ‘1917’ es imponente.

Lo decía esto para ejemplificar la impresionante maestría en cuanto al manejo de cámara y de efectos especiales, las coreografías y los ensayos que se han tenido que acometer para desarrollar este mismo título bajo un fabuloso y falso plano secuencia con sus casi dos horas de metraje, sin que sea molestia alguna para el espectador. Desde Welles hasta Iñárritu, cada vez que topamos con alguna de estas maravillas técnicas, quienes amamos el cine nos embelesamos en sus enigmáticas secuencias intentando descifrar y descubrir cómo lo han hecho. Pero quienes sencillamente van a pasar un buen rato descubren la magia en el ambiente sin saber el porqué, ni importa, a fin de que las sensaciones sean similares a acompañar a los protagonistas en el campo de batalla. Y nunca mejor dicho.

Inspirado por los relatos de su abuelo, y a quien dedica la película, Sam Mendes (‘American Beauty’, ‘Camino a la perdición’, ‘Skyfall’), ha realizado una obra pulcra, limpia, dócil y personal. ‘1917’ está coescrita también por Krysty Wilson-Cairns (‘Penny Dreadful’), y cuenta con la cuidada fotografía de Roger Deakins (‘Blade Runner 2049’, ‘Sicario’, ‘Prisioneros’), y el magnífico diseño de producción de Dennis Gassner (‘Spectre’, ‘Into the Woods’, ‘Bugsy’), consiguiendo bellísimas imágenes de destrucción en un juego de luces y sombras sobre las ruinas de la guerra. Una pasión elevada a la máxima potencia sobre la secuencia introductoria del último Bond en México.

Su cuerpo rebosa de una técnica muy depurada a la hora de dominar la cámara, la escena y el tiempo. Pero su alma luce esa interpretación asombrosa, bajo una escrupulosa coordinación y precisión apoteósicas. George MacKay (‘El secreto de Marrowbone’, ‘Captain Fantastic’, ‘Pride’),y Dean-Charles Chapman (‘The King’, ‘Blinded by the Light (Cegado por la luz)’, ‘No confíes en nadie’), muestran a esos dos soldados británicos inmersos en el suspense de una trampa letal entre el lodazal de las trincheras y los campos desolados del norte francés, el 4 de abril de 1917. Colin Firth, Mark Strong y Benedict Cumberbatch, aparecen en un elenco tan interminable como la guerra misma, donde se desarrolla esta historia de valor y amistad, donde la crueldad puede hacer cambiar medallas por un trago de vino cuando se tiene sed, cual latón enlazado.

Este ‘1917 de Mendes es ÉPICO con mayúsculas. Una lección magistral en el manejo de la cámara y por su interpretación que convierte esta historia de héroes anónimos sin superpoderes en una película de tensión y suspense imprescindible dentro del género bélico.

Lo mejor: arrancar el año disfrutando de una película bélica e histórica que ya tiene su hueco serigrafiado con letras grandes en las obras maestras del cine como ‘Salvar al soldado Ryan’, ‘Dunkerque’, o ‘Banderas de nuestros padres’ y ’Cartas de Iwo Jima’.

Lo peor: prácticamente nada, tal vez se eche en falta que se profundice un poco más en los personajes, pero el discurso narrativo así lo requiere para lograr tal realismo.

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