El erizo más rápido del mundo encuentra un nuevo hogar en la Tierra. En esta comedia de aventuras de imagen real, Sonic y Tom, su nuevo amigo íntimo, unen sus fuerzas para defender al planeta frente al malvado Dr. Robotnik y sus planes para apoderarse del mundo.
Desde que las máquinas recreativas tipo arcade invadieran en los 70 y 80 los salones de billar, bares y cafeterías, a la par que las “tragaperras”, y diesen el salto al mercado doméstico, dicen los analistas y entendidos en datos económicos, que la industria del videojuego genera un volumen de negocio muy superior al mercado cinematográfico (lo duplica con creces). No es de extrañar que en busca y captura de argumento comercial alguno con el que llenar las salas se tire de este tipo de reclamo para captar, fichar y seducir a todo tipo de jugadores virtuales y allegados.
Títulos como ‘Super Mario Bros.’ hasta ‘Tomb Raider’, pasando por la saga de ‘Resident Evil’, ‘Pokémon: Detective Pikachu’, ‘Prince of Persia: Las arenas del tiempo’, ‘Pixeles’, ‘Angry Birds’, ‘Warcraft: El origen’, ‘Mortal Combat’, ‘Silent Hill’, ‘Assassin’s Creed’, ‘Max Paine’, ‘Doom’, ‘Need For Speed’… son ejemplos de producciones que estadísticamente hablando han resultado de poca calidad, en la mayor parte de los ejemplos, y gran rentabilidad económica, en algunos casos.
¿Cuál es la finalidad de seguir insistiendo…? La carencia de ideas y el afán de hacer caja hace que converja el hecho de tener contentos a los fanáticos del videojuego, y de compartir recursos entre ambas industrias. Como me comentaba un buen amigo (gran amante de ambas opciones donde los haya), si un veloz erizo que recoge anillos a su paso logró ser un exitoso videojuego en su momento, no ha de ser mucho problema su adaptación cinematográfica. A fin de cuentas ¿no fue la Pantera Rosa un codiciado diamante que luego se convirtió en una magnífica serie de cortos animados? Todo es posible.
‘Sonic: La película’ funciona y muy bien para lo que era de esperar. A pesar de los bandazos motivados principalmente por la legión de seguidores (lo cual no le ha venido nada mal en cuanto a expectación hacia el resultado final), resulta que sí tiene historia, satisface a todo el público y se deja ver con gran cariño.
Jeff Fowler estuvo nominado en la categoría de mejor corto animado por ‘Gopher Broke’, justo al año siguiente de que la tercera entrega de El señor de los anillos arrasara con todas las estatuillas. Quince años más tarde dirige su primer largometraje, en donde mezcla animación con realidad para dar una “vida extra” al personaje de SEGA. Convierte a Sonic, a su manera, en otro “lord of the rings” bromeando con el gusto por los donuts de su nuevo compañero real Tom, interpretado con soltura por James Mardsen en base su experiencia en ‘Encantada: La historia de Giselle’, ‘Hop’ y si vale también, su versión de Cíclope de los X-Men.
Jim Carrey, con experiencia en personajes de animación como ’Horton’ o ‘El Grinch’, es lo suficientemente histriónico como para no empalagar con este papel antagonista y psicótico del doctor Robotnik Eggman. Y por supuesto, la versión original de este “Diablo Azul”, con la voz muy acertada del Ben Schwartz de infinidad de series televisivas de dibujos, ‘Turbo’, o la próxima ‘Rumble’ sobre monstruos domesticados de lucha libre.
Cambiando las estrellas por los anillos en el logo inicial de Paramount, hasta los títulos finales en 16 bits y los postcréditos de ‘Sonic: La película’, parece que han acertado con esta fórmula que contiene grandes referencias, para jóvenes y adultos, al cine, a los cómics y, por supuesto, al mundo de los joysticks. Este singular personaje supersónico es una explosión azul, en todos los aspectos, de magia, nostalgia y fantasía de mundos y pantallas por explorar, que parece haber encontrado su filón para continuar sus andanzas
Se puede afirmar que estamos ante una divertida película familiar para niños e incondicionales de SEGA de cualquier edad, que funciona de manera muy satisfactoria a todos los efectos y en todos los aspectos. El resultado final es una bonita historia sobre la amistad presentada a modo de una vertiginosa road movie. Un viaje relámpago que en breve, sin lugar a dudas, tendrá su continuidad.
Lo mejor: el malentendido sobre los malos tratos infantiles y la bolsa de deporte para subir al emblemático edificio de San Francisco, sin olvidar la trifulca entre moteros y hipsters, tipo Quicksilver.
Lo peor: hubiera sido estupendo un poco más de interacción entre lo digital y lo real, pero teniendo en cuenta lo mucho que hubo que rehacer, poco más se puede pedir.