Abby Johnson (Ashley Bratcher) es una de las directoras más jóvenes de las clínicas «Planned Parenthood» que existen en la nación. Ejerciendo ese cargo ha estado involucrada hasta en 22.000 abortos y ha aconsejado a innumerables mujeres con respecto a la toma de decisiones relacionadas con la reproducción. Su pasión por la materia la llevaría a convertirse en la portavoz de la franquicia, luchando por establecer la legislación en la que ha creído firmemente desde su adolescencia. Sin embargo, un día su perspectiva toma un inesperado rumbo tras presenciar algo que la marcará de por vida.
Es muy sencillo detectar, ya desde los primeros compases de la película, que ‘Unplanned’ es, como tantos otros, un producto milimétricamente diseñado para un un fin concreto.
En este caso, la defensa a ultranza de la vida del nonato y contra el aborto.
Semejante premisa, noble en su fondo y tan respetable como la contraria, ganaría fuerza si se desarrollara mostrando las dos caras de la moneda, con la misma vehemencia gráfica y narrativa con la que defiende la maternidad y la concepción.
En ‘Unplanned’, nada se preocupan del derecho de la mujer a decidir.
Algo tan simple y, a la vez, tan complejo.
Sin entrar a valorar las disquisiciones morales de cada uno, es imprescindible para que el espectador encuentre sustancia en una película de denuncia social, que sus responsables pinten el cuadro completo, y no solo la parte que les interesa, tergiversando en gran medida todo lo demás, y reduciendo a los implicados en los abortos a malos de opereta, inconscientes o personas que, de repente y después de muchísimos años de madurez, ven la luz, convirtiéndose en felices héroes y ejemplos a seguir.
Hay que reconocer que ‘Unplanned’, es tremendamente honesta al desplegar sus objetivos e intenciones, pero también tremendamente torpe al tomar por tonto al espectador medio no polarizado, que no cree que todo, porque sí, es tan blanco y negro como aquí lo pintan.
Los tonos que predominan en la vida real y las películas bien escritas son, siempre, grises.
Una lástima.
Con un poco de atención a los dos extremos implicados y menos propaganda provida teledirigida, igual estaríamos ante una cinta estimable, que reposar en la temporada estival, normalmente repleta de estrenos festivos.
Lo mejor: no se corta en lo más mínimo para defender su postura.
Lo peor: solo le importa su discurso; la realidad y todos sus matices, bastante menos.