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‘Greyhound. Enemigos bajo el mar’: Tom, el buen pastor

Póster de Greyhound. Enemigos bajo el mar

Año 1942. Durante los primeros días de la participación de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, un convoy internacional de 37 barcos aliados, encabezado por el comandante Ernest Krause, cruza el Atlántico Norte mientras es perseguido por submarinos alemanes.

Cuando Apple se hizo con la nueva película del premiado director Aaron Schneider, debió pensar por adelantado que contaba con el protagonismo de Tom Hanks, gran actor donde los haya y tipo con fama de tener los pies en el suelo. 

Basándose en la novela de C.S. Forester, Schneider pone en imágenes el libreto escrito por el mismo Hanks, que se mete en la piel del comandante Krause, líder de un convoy naval acosado por submarinos enemigos, que no vacilarán en su empeño de hundir la flota aliada. 

‘Greyhound’ hace un ejercicio de mínimos, que resultaría demasiado arriesgado si delante de las cámaras no estuviera Tom Hanks y detrás Schneider, repasando durante noventa minutos un puro manual de batalla.

Aquí no hay grandes hazañas, ni épica de trasnochados héroes que lo dan todo por la causa, incluso la lógica de sus acciones. La película se mete de lleno en un juego del gato y el ratón donde imperan la estrategia, logística, supervivencia y ver quien tiene el cerebro (y el temple) más grandes. 

Los personajes, apenas perfilados, no son más que sufridas piezas en un tablero del hundir la flota, donde destaca Hanks por la simple razón de hacer siempre tanto con tan poco. 

La tensa tempestad de su mirada; las ampollas de sus heridos pies, rectitud en su corazón… Su mera presencia hacen que la película valga la pena. 

El resto, es un regalo para los amantes del bélico puro, casi documental, que disfrutan de aleccionadoras historias marcadas por la continua tensión e incertidumbre de la guerra. 

No hay alardes ni postureos, ni falta que hacen. Esto no es un bélico de Michael Bay, Roland Emmerich ni Ridley Scott. 

No es un discurso que termina, tras giros y giros, en estruendosos Oorah!.

‘Greyhound’, con todas sus imperfecciones en el dibujo de personajes, y el exceso de efectos digitales, es un thriller sin prejuicios, intenso cuando tiene que serlo y comedido cuando no; con almas luchando entre ellas, sin buenos de manual y malos de dibujos animados.

Los que acusaron al ‘1917’ de Sam Mendes de simplista, pueden hacer exactamente lo mismo con ésta. En ambos casos, en opinión de este humilde crítico, estarían equivocados. 

Lo mejor: lo que vemos, es lo que hay, con la garantía de calidad del señor Tom Hanks. 

Lo peor: las estrecheces de producción se notan.   

    

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