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‘Mulán (2020)’: Disney mira hacia Oriente

Póster de Mulán (2020)

El Emperador de China emite un decreto para reclutar a un varón por cada familia que deberá servir en el Ejército Imperial para defender al país de los invasores del Norte. Hua Mulán, hija única de un condecorado guerrero, se presenta para evitar que su anciano padre sea llamado a filas. Se hace pasar por un hombre, Hua Jun y se somete a todo tipo de pruebas. Para conseguirlo deberá apelar a su fuerza interior y sacar a la luz todo su potencial. Se trata de una aventura épica que la transformará en una guerrera laureada que la hará merecedora del respeto de todo un país y motivo de orgullo para su padre.

Aparcando la polémica de haber sido directamente estrenada en Disney + (como su anterior Live-Action ‘La dama y el vagabundo’), debido a la pandemia, ‘Mulán’ es, probablemente, la mejor reimaginación de un clásico animado de Disney, ya que se aleja de éste para abrazar la leyenda china  del siglo XVI sobre la figura de Hua Mulan. 

Bien podría ser una película dirigida por Ang Lee o Zang Yimou.

En la cinta de la neozelandesa Niki Caro no hay sitio para números musicales, ni animales parlantes. Hay una bruja, sí, pero sus artes místicas se orientan a resultados prácticos y conquistas reales, alejados del género fantástico.

‘Mulán’ es, con sus luces y sombras, una película en la que Disney abraza el folclore oriental a través de la colorida y a la vez fría y ceremonial puesta en escena;  la elección del reparto (donde destacan la protagonista Liu Yifei, Donnie Yen, la fugaz aparición de Jet Li y Jason Scott Lee); la banda sonora de Harry Gregson-Williams; un diseño de producción orgánico (gracias de nuevo, Weta Workshop); CGIS que aportan en lugar de cargarse el realismo y personajes construidos como si de una producción oriental se tratase.  

Y es en lo último donde encontramos el gran pero de la película. 

‘Mulán’ actualiza con éxito el clásico animado, reivindicando su corazón feminista por la vía de los hechos (Hua Mulan es una mujer pero, a la vez y de una forma totalmente natural, una guerrera imbatible, que busca significarse con trabajo, aptitudes, actitudes, disciplina, talento y corazón), pero la caracterización de sus personajes es robótica, protocolaria, desprovista de un corazón que lata con la fuerza requerida durante la sangrienta batalla. 

Es difícil empatizar, más allá de la aceptación sin fisuras del liderato de Mulán (a estas alturas, nadie debería poner en duda que las personas somos capaces de grandes cosas, independientemente de nuestro sexo), con los destinos de los personajes, tanto en los momentos donde fluye la adrenalina con las tremendas set pieces de acción (con la pelea en el corredor cerrado a cal y canto y la lucha final como colofón), como en los íntimos, donde la solemne frialdad lo impregna todo. 

El ‘Mulán’ de 2020 es una rara avis dentro de los live action de la Casa del ratón que hemos visto hasta ahora. La segunda que no disfrutamos en salas es también la más arriesgada (podría haberse estrellado en taquilla o haber hecho una millonada), reivindicable y alejada del fan service, la nostalgia o la simple (aunque virtuosa en lo técnico) recreación de escenas míticas.   
Con todo, y para quien esto escribe, la pregunta ‘¿es necesario actualizar los clásicos de Disney por versiones en imagen real?’ sigue más próxima al No como respuesta, con ocasionales síes como los de ‘El libro de la Selva’ y la mítica peripecia de esta leal, valiente, honesta y auténtica guerrera china.

Lo mejor: se aleja del referente animado y abraza la leyenda reivindicando para bien su discurso feminista. 

Lo peor: la anémica caracterización general de los personajes frena nuestra conexión emocional.      

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