Emma Woodhouse es una joven hermosa, inteligente y adinerada. Es además la reina indiscutible de los tejemanejes amorosos de su aburrido pueblecito inglés. En esta brillante sátira de las clases sociales -y de lo difícil que puede ser dejar atrás la adolescencia y afrontar los retos de la vida adulta-, Emma deberá lidiar con las consecuencias de varios emparejamientos pocos afortunados y algún que otro traspiés romántico para descubrir un amor que siempre había estado a su lado.
El amor y sus vicisitudes. Ese amor entendido como centro y motor que rige las leyes del universo. Al menos de las nuestras. Que con su libre albedrío es capaz de poner patas arriba gran parte de nuestra existencia. Aunque apenas perdure solo unos minutos. Por ello, debe sentirse insolentemente divina la persona que, por encima del bien y del mal, sea capaz de jugar a emparejar y desemparejar a quienes les pueda picar el gusanillo de enamoramiento. Hasta que se topa con la horma de su calzado en el amor.
Autumn de Wilde es fotógrafa, diseña portadas de álbumes y posee la experiencia de tener en su haber unos cuantos cortos y videoclips. No es de extrañar que en su debut cinematográfico adaptando la última novela de Jane Austen adopte el colorido, la musicalidad y la excelencia de una puesta en escena impecable para retratar lo más cínico y a la vez hermoso del universo romántico de la escritora inglesa.
Es también el primer trabajo para la gran pantalla en el que participa Eleanor Catton como escritora y guionista. Inspirada también por aquella anterior versión que fue ‘Clueless (Fuera de onda)’, su visión más actualizada y revisada, aporta frescura conservando toda la esencia clásica de la novela.
Emma, cual cupido sin arco, se encuentra por encima del amor y de sus casuales caprichos para jugar a hacer y deshacer parejas según su voluntad. Desde las enormes estancias de su mansión de Hartfiled, va llenando el vacío de su vida amorosa urdiendo en las relaciones de los demás. Lo cierto es que Anya Taylor-Joy (‘Múltiple’, ‘El secreto de Marrowbone’, ‘La bruja: Una leyenda de Nueva Inglaterra’), da el perfecto perfil de esta ególatra mimada y caprichosa que juega con el amor de los demás sin ser consciente de sus consecuencias.
Bill Nighy (‘Regreso a Hope Gap’, ‘La librería’, ‘‘El exótico Hotel Marigold’), encarna a ese excéntrico padre un tanto hipocondríaco, y refugiado de corrientes enfermizas mediante biombos que le separan del mundanal ruido. Es posiblemente la mejor guinda del pastel, aportando una comicidad un tanto silenciosa que no por ello deja de ser más que agradecida.
Completan el reparto Gemma Whelan, Rupert Graves, Miranda Hart, Myra McFadyen, Josh O’Connor, Johnny Flynn y Mia Goth, entre otros muchos componentes de este elenco coral.
Esta versión de Emma, frente a la de Douglas McGrath con Gwyneth Paltrow como protagonista, es más dinámica, algo más arrogante y mordaz, y carece de los dramatismos exacerbados propios de la época georgiana y sus modales arcaicos. Pero también es abigarradamente barroca, y podría parecer un tanto insípida al estar eclipsada por la extraordinaria riqueza visual que proyecta de esos tiempos. A lo largo de las cuatro estaciones en que se divide por capítulos, el magnífico vestuario, el alarde del maquillaje y peluquería, la fotografía y su impecable puesta en escena, marca una producción destinada a ser premiada en dichos apartados técnicos. Sin olvidar una esmerada banda sonora a cargo de David Schweitzer e Isobel Waller-Bridge, incluyendo música clásica, folk tradicional y composiciones originales que asienten y refuerzan cierta ironía donde en ocasiones las imágenes no la alcanzan.
‘Emma.’ -con punto y todo, para ser distinta de las demás-, es un amargo caramelo deliciosamente envuelto en enredos sin sentido ni sensibilidad, con amores y ardides que pronto se olvidan, además de un tanto obsoletos. Para amantes y enamorados incondicionales de la literatura romántica de Jane Austen.
Lo mejor: su genial puesta en escena, vestuario, maquillaje y peluquería. Una producción bastante redonda.
Lo peor: que los personajes queden un tanto eclipsados ante tanto engalanamiento.