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‘El año que dejamos de jugar’, dos libros y un juguete

1933. La llegada de Hitler al poder cambia por completo la vida de Anna y su familia. Ella tiene nueve años cuando todo comienza, demasiado ocupada con sus cosas para prestar atención a lo que acontece en Berlín. Pero pronto ella y su familia se verán obligados a abandonar el país y dejar atrás muchas cosas queridas, como su casa, sus amistades, sus juguetes. Ahí también se quedará su infancia.

La figura del Mefistóteles moderno en el folclore germano va uniformado con la cruz gamada, bigote minúsculo y pelo lacio, negro y engominado. Un demonio devora almas. Así debía sentirlo la escritora alemana Judith Kerr cuando reflejó ese sentimiento de represión y de huída para compartir sus propias vivencias autobiográficas en la trilogía “Out of the Hitler time”. Precisamente el primero de sus libros, “Cuando Hitler robó el conejo rosa”, es la adaptación cinematográfica de la película que nos ocupa. Un relato que le sirvió para intentar describir cómo fue su vida supeditada al yugo del nazi.

Al igual que la novela está claramente orientada al lector juvenil, esta versión para la gran pantalla amplía un poco el abanico de posibilidades a todas la edades. Correctamente adaptada y realizada por la directora y guionista Caroline Link (‘Este niño necesita aire fresco’, ‘En un lugar de África’), se centra en el punto de vista de la pequeña protagonista.

La inocencia de una niña plasmando las inquietudes en sus dibujos; la ilusión y la esperanza por disfrutar de una vida tranquila en el entorno familiar; y la sensación de libertad al poder correr descalza por el verde prado. Todo ello se refleja en esta alegoría de una infancia arrebatada por dicho dictador antisemita, huyendo de un naufragio premonitorio y de una esvástica que antaño fue “símbolo de la fortuna y ahora de estupidez”.

Riva Krymalowski debuta en la gran pantalla con buen acierto interpretando a la joven Anna, el alter ego de la escritora alemana. Una niña inteligente, despierta y creativa, que ansía poder encontrar un verdadero hogar para establecer sus amistades como es debido. Marinus Hohmann en el papel de Max, el hermano mayor, que la defiende a capa y espada en su primer encuentro con la insignia nazi en una fiesta de carnaval. Ambos se protegen gracias al amor familiar que les une del peligro amenazador por tener otras creencias.

Carla Juri (‘Las hijas del Reich’, ‘Paula’), y Oliver Masucci (‘La sombra del pasado’), son los padres que se ven obligados a exiliarse ante la llegada al poder del nacionalsocialismo  por los artículos escritos y por aparecer en la lista negra del próximo régimen. También destaca la interpretación de Ursula Werner (‘Este niño necesita aire fresco’), esa cariñosa cuidadora a la que encomienda su peluche más preciado.

‘El año que dejamos de jugar’ es un viaje (con el mínimo equipaje de dos libros y un juguete), a través de la infancia en busca del hogar, en el que se intercambian menús de puré y salchicha alemana por el delicioso emmental fundido suizo, y posteriormente por la baguette y los caracoles franceses, para acabar el periplo donde las “fish and chips” -aunque esto da para el siguiente libro-. Una producción que habla con orgullo de ser judío, en la que “cuando eres una refugiada tienes que decir muchas veces adiós” y “donde uno no se exilia por placer”. Todo ello visto con los ojos de la infancia.

Lo mejor: la corrección de las actuaciones, sobre todo las de los más pequeños, está muy bien realizada y el producto final tiene un aire bastante atractivo.

Lo peor: hay quien se quejaba continuamente de las películas con temática sobre la guerra civil española, pero estadísticamente es cierto que las hay más numerosas sobre las guerras mundiales y sus consecuencias, y en concreto sobre el nazismo.

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