Historia de cuatro amigos Giulio, Gemma, Paolo y Riccardo, contada en el transcurso de cuarenta años, desde 1980 hasta la actualidad. Es un viaje desde la adolescencia a la edad adulta. Sus esperanzas, sus decepciones, sus éxitos y fracasos son el nexo de una gran historia de amistad y amor a través de la cual se cuentan también la de Italia y los italianos. Un gran mural sobre quiénes somos, de dónde venimos y también dónde irán y quiénes serán nuestros hijos. Es el gran círculo de la vida que se repite con las mismas dinámicas a pesar de ser épocas diferentes.
Tal y como reza su propia sinopsis -este breve párrafo anterior que la propia distribuidora facilita a bien de que nadie se vaya de la lengua en demasía, y que a veces hemos de acortar para que no facilite exceso de información sobre quién es el malo o quién muere al final-, es una película muy italiana. Anclada en los 80, esa década tan idolatrada sobremanera, recorre durante en sus más de dos horas los modos y modas de la sociedad italiana durante los siguientes cuarenta años.
Gabriele Muccino, tras trabajos iniciales en su país (‘El último beso’), y el éxito americano (‘En busca de la felicidad’, ‘Siete almas’, ‘De padres a hijas’), regresó de nuevo a sus orígenes latinos en el 2016. Ahora dirige y escribe, con la ayuda en el guion de Paolo Costella, este relato que navega por la vidas de cuatro jóvenes amigos por los mismos avatares de la vida. Poco o nada tiene que ver con aquel clásico de Wyler con el que guarda similitud en su título.
‘Nuestros mejores años’ habla del nacimiento de una amistad entre cuatro jóvenes y cómo va evolucionando a lo largo del tiempo. Desde las primeras manifestaciones frente a los carabineri, los escarceos con las drogas, el alcohol, el sexo y los primeros amores, el distanciamiento social, encuentros y desencuentros, y política… que no falte en una película italiana. Lo cierto es que todos esos momentos en las vidas de estos colegas da para algo más. Sobre todo teniendo en cuenta el diferente comportamiento con el cambio de edades para los actores que interpretan dichos roles, bien sea en sus versiones adolescentes como en las adultas.
Francesco Centorame, Alma Noce, Andrea Pittorino y Matteo De Buono son los tempranos Giulio, Gemma, Paolo y Riccardo, y ya algo más crecidos Pierfrancesco Favino (‘El traidor’), Micaela Ramazzotti (‘Locas de alegría’), Kim Rossi Stuart (‘Las llaves de cas’), y Claudio Santamaria (‘Diaz. No limpiéis esta sangre’). Actuaciones correctas con desigual comportamiento en el resultado del paso del tiempo para algunos demasiado mayores para la edad que han de representar o algo jóvenes para salir airosos del ocaso de sus días.
La banda sonora de Nicola Piovani (‘La vida es bella’, ‘Ginger y Fred’, ‘Jamón, jamón’), incorpora hermosos trazos de música que recuerdan a la de Ennio Morricone para el ‘Cinema Paradiso’ y a la de Clint Eastwood de su tema para ‘Sin perdón’.
La nostalgia y la cercanía por su manera de entender la vida de ‘Nuestros mejores años’ hacen que sea un relato interesante, sin necesidad de llevarte a un lugar o a un mensaje concretos. Es tan italiana como la Fontana de Trevi o el mismo Marcello Mastroianni, y está realizada con bastante mimo y esmero.
Lo mejor: el valor de la amistad y sus diferentes fases por las que se mueve a lo largo de su metraje. Al menos tienen la suerte de juntarse llegado el momento.
Lo peor: le falta esa chispa de títulos como ‘Érase una vez en América’ (claro que son palabras mayores), y la factura del paso del tiempo, de tanto tiempo, en los protagonistas.