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‘Saint Maud’, vida y muerte a otro nivel

La enfermera Maud llega interna al hogar de Amanda,una famosa bailarina ahora frágil y enferma que está aislada en su enorme casa. Al principio Amanda se interesa por la joven religiosa, distrayéndola de su deteriorada salud. Maud en cambio está hechizada por su nueva paciente. Pero Maud esconde algo. Está atormentada por un violento secreto de su pasado y por mensajes que ella piensa que vienen directamente de Dios. Se convence a sí misma que ha sido enviada a Amanda para servir un propósito divino. A medida que empieza a perder el contacto con la realidad, los cuidados de Maud se convierten en una misión mortal para salvar el alma de Amanda, cueste lo que cueste.

El buen cine de terror se alimenta principalmente de las pesadillas que desazonan a gran parte de la humanidad desde sus propios orígenes. El bien y el mal, confrontados, como un alter ego, dependientes y necesarios entre sí para sobrevivir. Dios y el diablo, el yin y el yang de una filosofía sobrenatural entre el amor y el odio.

Una de las películas más aclamadas a lo largo de la historia es ‘El exorcista’. La lucha ancestral desde el interior de una joven inocente entre dos fuerzas tan opuestas como antagónicas.

Con esos mismos elementos, pero dándole una vuelta de tuerca, Rose Glass experimenta una interesante, sencilla y extremadamente arrolladora cinta que mezcla con maestría miedo y suspense a partes iguales. Es su primer largometraje, y se responsabiliza de un guion y su dirección, con una factura deslumbrante, casi divina. La sencillez del argumento se impregna en la retina y llega al cerebro en forma de escalofriante relato, para terminar encontrando un hueco en el corazón de cualquier amante del género. Una versión tan simplista como eficaz para incomodar al personal, utilizando los mismos elementos de la citada obra maestra de William Friedkin, pero adulterándolos para describir el extremo fanático de la religión.

Frente al simbólico e influyente barroquismo espiritual de William Blake, Rose Glass tritura el alma de su protagonista, una enfermera con un turbio pasado, erigida a sí misma como una especie de ángel justiciero. Morfydd Clark (‘El hombre que inventó la Navidad’, ‘La increíble historia de David Copperfield’), se encomienda a Dios una vez más para cuidar a una reputada bailarina y coreógrafa en las horas bajas de un linfoma espinal. En su papel de Maud, esta fervorosa religiosa, generosa y un tanto introvertida, narra lo que le interesa de su historia y pasado en primera persona. Rostro ambiguo entre una cara abnegadamente virginal y angelical, y la personalización de la posesión y la inestabilidad como sierva al particular servicio de su religión. Increíblemente inquietante.

Jennifer Ehle (‘Entre la razón y la locura’, ‘La noche más oscura’), es Amanda, refugiada de su caprichosa enfermedad en una mansión vieja y aislada. “El cuerpo es un escenario” de la vida en ese punto de dependencia. Consume su tiempo entre los pocos placeres que le permite su agonía y el miedo a la continua pregunta sobre ese último momento, sobre si “¿habrá algo más?”.

En esta relación de cuidados paliativos y acercamiento espiritual, se va acumulando una intensa tensión. Planos del revés, música estruendosa, y fantasía imaginaria que conducen a la autopenitencia y a la psicopatía donde “el mundo es un juego”, según piensa que le habla el creador.

‘Saint Maud’ es tan visceral e intranquila como atisbar remolinos antes de la tormenta, o como que cambie el color de los ojos otorgando una expresión completamente distinta. Pero por encima de cualquier religión, es una truculenta historia de fanatismo, crisis y venganza, de una persona que dice hablar directamente con Dios.

Lo mejor: con dos protagonistas, una casa aislada del mundanal ruido, y sin necesidad de contar lo que precede (queda al fruto de la imaginación), obtenga tal grado de terror.

Lo peor: que nadie se eche las manos a la cabeza, pues se trata solo de un ejemplo concreto de a dónde pueden llevar los excesos, no pretende trascender a toda una creencia o fe, sea cual fuera esta.

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