¿Qué sucede con el amor cuando a una mujer de mediana edad le pronostican tres meses de vida? Anja (43) y Tomas (59) viven en familia junto a sus hijos biológicos e hijastros, pero durante años, la pareja se ha distanciado. Cuando Anja recibe el diagnóstico de cáncer cerebral terminal el día antes de Navidad, su vida se rompe y pone a prueba el amor desatendido.
Parece que el 2021 comienza igual o peor que el año que acabamos de dejar atrás. Si ya de por sí enero suele ser un mes de transición que vive de las rentas de los grandes estrenos comerciales destinados a la campaña de navidad, hay que añadir otros factores que enrarecen todavía más el panorama actual. La asfixia de salas por horarios marciales, la ausencia de público, la falta de apoyo por parte de las grandes distribuidoras que buscan poner el huevo en otros nidos más confortables. En esa situación, en modo de espera, solo parece que vaya a salvarse lo que acontezca en las academias de las artes y las ciencias cinematográficas (la de aquí, con los Goya, y la de allá con los Oscars), donde todo el pescado está vendido o se ha puesto rancio de tanto cambio con las fechas de estreno por la pandemia. Se pronostica un futuro tan incierto como poco esperanzador si tenemos en cuenta el día a día en la industria cinematográfica.
De esperanzas y vida trata precisamente ‘Hope’. “Esta es mi historia tal y como la recuerdo” anuncia desde los inicios su propia directora, la noruega Maria Sødahl. Y ya es un dato positivo, dentro de todo el drama que acarrea verse en el final de su existencia. Un magnífico argumento personalizado y condensado en tan solo once días en los que la cronología de su biografía aparece ordenada por vez primera entre los recuerdos de ella misma. Como un PowerPoint. Valiente y arriesgada propuesta.
De hecho la película parece un TAC tan real como la propia experiencia, las vivencias recopiladas por cada uno de los miembros de la familia en esas cruciales horas, justo un año después de haber dejado atrás un cáncer de pulmón.
Maria Sødahl cede la batuta interpretativa a la actriz Andrea Bræin Hovig (‘Cuidado con los niños’), quien lleva con maestría el reflejo del dolor de lo que se acaba y lo que ha podido desaprovechar de cuanto tenía. Es fuerte y poderosa como para querer dejar la casa ordenada, para soportar su fragilidad y la de cuantos le rodean. Lo transmite todo, coraje y entereza a partes iguales frente al verdadero miedo de “necesitar algo en lo que creer”.
Stellan Skarsgård (más cercano a su papel en ‘Regreso a Montauk’, que a otros de piratas y superhéroes), se pone en la piel de un productor teatral y distante pareja, quien la acompaña en esa tensa espera. Inmerso en una relación fría e insustancial -tal vez se trate del mismo temperamento nórdico-, la apoya y permanece a su lado, con casi carencia de sentimientos.
Al margen de los hechos, sí que hay diferencias entre la realidad y la ficción por aquello de distanciarse un tanto de lo que se está contando.
‘Hope’ es intensa, dura, difícil de asimilar. Por acompañar a su protagonista en un calvario con fecha de caducidad. Por convivir con ella, con su pareja, con sus tres hijos, con sus tres hijastros, con sus amistades, en una tragedia bajo el mismo techo. Por no poder huir de sí misma. Por la desesperanza, por la esperanza y por las falsas promesas. Por poder reaccionar en los últimos instantes de la vida. Un carpe diem para quien anhela una ilusión de continuidad.
Lo mejor: además de la trama real y la veracidad con la que se aborda, un drama de superación para muchísimas personas anónimas, la excelente labor interpretativa de su protagonista.
Lo peor: la falta de sentimientos que se piden a gritos, silenciados por una vocación profesional, por la dejadez y por la rutina de no trabajar la vida en el día a día.