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‘Nomadland’, sin descanso ni paz

Cuenta la historia de Fern que, tras el cierre de una explotación minera que arruina a todo un pueblo de Nevada, hace las maletas y a bordo de su camioneta se embarca en un viaje que se sale de los caminos trillados y de los arquetipos de la sociedad consumista actual. Y en ese periplo, Fern se va a convertir en una nómada moderna. 

Para quienes no conozcan la obra del compositor y pianista italiano Ludovico Einaudi se podría decir que sus notas y compases alcanzan una peculiar belleza sonora y sensorial con las que imprime cada uno de sus temas. Escuchar con los ojos cerrados y empezar a ver con los sentidos. Tocar, palpar, vivir con el espíritu y el alma. Es toda una experiencia emocional.

Chloé Zhao, la directora de ‘Nomadland’, ha sabido refugiarse en estas melodías multicolor (y en otras tantas más), para adaptar, calzar y encajar una perfecta sincronía entre lo que se transmite en la pantalla y las emociones a las que pretende llevarnos. Las experiencias de una vida nómada. La música minimalista de Einaudi sirve para describir a quienes viven sencillamente con lo imprescindible.

Zhao es responsable del guión basado en el ensayo de la periodista Jessica Bruder “País nómada. Supervivientes del siglo XXI”. Busca en la carretera la supervivencia de temporeros sin empleo estable o “workampers”, con kilómetros en sus mochilas para paliar la brecha humana de esta enésima crisis global.

Frances McDormand y Peter Spears, adquirieron los derechos de la obra, para producirla junto a su directora. Y además incorporan a la mayor parte de los personajes reales cuyas interpretaciones aportan gran valor haciendo mucho más naturales tanto sus aspectos como los diálogos. Algo que ya hiciera Chloé Zhao en su anterior trabajo ‘The Rider’ con gran acierto.

McDormand (‘Fargo’, ‘Tres anuncios en las afueras’), hace lo que mejor sabe hacer, actuar con su habitual registro que le viene como anillo al dedo del papel. Dura, tenaz, frágil. Una mujer con decisión. Obligada a reiniciarse en la madurez de la vida cuando todo la ha abandonado. Una edad en la que muchos ven agotada la posibilidad de vida laboral e incluso cualquier otra. Aparcando y dejando atrás los recuerdos en un trastero de alquiler, se lanza a recorrer esa inhóspita aventura en una vieja furgo-caravana. Una especie viaje hacia un cementerio de elefantes en el que “tienes que encargarte de tu propia mierda”.

‘Nomadland’ es sencillamente bella. De una belleza triste y envolvente, aunque enteramente esperanzadora al recuperar gran parte de la humanidad perdida. Una especie de vejez de los nuevos hippies obligados a echarse a la carretera en un estrecho hogar sustentado por cuatro ruedas.

Un modo de vida basado en la desesperación de no tener nada y un nuevo estilo de hermanarse con personas similares en una sociedad sostenible y compartida. Esa tierra prometida y nómada habla de la naturaleza, de la amistad, de las despedidas y la soledad. Te envuelve y arropa bajo el lema de “lo que se recuerda vive”. Pero también lo que se tiene, lo que se deja, lo que se pierde…

En esa edad en la que toda una vida está casi consumida, resulta triste ver cómo se levantan trabas a un más que merecido descanso en paz. “Dedicada a los que tuvieron que partir. Nos vemos por el camino”. Es imprescindible, y sobra decir nada más.

Lo mejor: su espíritu, el valor de la belleza en sus imágenes, en sus interpretaciones y sus melodías, en la naturaleza de su humanidad.

Lo peor: la precaria situación económica y social, un ilusorio estado del bienestar, que provoca todo este involuntario movimiento de desarraigo.

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