Verano de 1976. Europa está atravesando una ola de calor implacable y una de las peores sequías de su historia. En la granja de sus padres, Gus, de 13 años, pasa sus vacaciones leyendo cómics, ayudando a su padre, que ha invertido todos sus ahorros en un gallinero a batería moderno. Pero lentamente a su alrededor, su universo familiar y tranquilizador comienza a resquebrajarse bajo el calor…
Posiblemente los veranos de la adolescencia contengan algún o unos cuantos momentos de singular trascendencia para el resto de nuestras vidas. Tal vez por suponer una ruptura con las rutinas y las repeticiones habituales del mundo estudiantil, esas que también afianzan nuestra seguridad. Pero de pronto aparece un periodo de tiempo en el que podemos ejercer nuestra voluntad con algo más de libertad y sin tanto ceñimiento a unas reglas tan estrictas como las del resto del año.
Comentábamos hace relativamente poco, a propósito de la película ‘Solo las bestias’ de Dominik Moll, acerca de la dureza que puede llegar a presentar la naturaleza del entorno rural. Y siguiendo en esa línea, pero subiendo unos cuantos grados la temperatura, anda este nuevo relato que nos atañe ahora.
‘El horizonte’ sirve de excusa para someter a su adolescente protagonista a una de las experiencias más duras de la vida, de esas en las que más se aprende, de las que perduran en la memoria, y ya nunca se olvidan. El paso de la niñez a la juventud. Con zancadas aceleradas para quitarse de en medio, y algo más ralentizadas en el agrado de sutiles sorpresas.
Su directora, Delphine Lehericey (‘Puppylove’), adapta la obra “El centro del horizonte” del escritor suizo Roland Buti sobre la visión de un niño y los acontecimientos que marcan toda una vida, entre la ingenuidad y la madurez obligada.
La mirada se centra en ese verano marcado por el ‘Tiburón’ de Spielberg, o por las influencias de bandas como Los Ramones. En medio de una granja sometida al calor infernal, el joven Gus -interpretado por un impecable Luc Bruchez que sabe mezclar a la perfección la picardía, el descubrimiento, el odio, o la desesperación- ve como su zona de confort se desmorona. El cuidado de los animales, las tensiones familiares, y el futuro incierto, marcan un punto de inflexión en su vida. Donde solo encuentra el consuelo en el aire que golpea su rostro a cada pedalada en su bicicleta.
Junto a él conviven su hermana mayor -Lisa Harder-, ya en otra fase más dedicada a los chicos, y su primo mayor -Fred Hotier-, algo retrasado, que se haya en otro mundo.
Laetitia Casta y Thibaut Evrard son los padres. Supervivientes en un entorno rural en circunstancias extremas, donde el trabajo y las faenas del campo van devorando su vida personal.
‘El horizonte’ cuenta con una buena realización y un gran trabajo de interpretación de los personajes. Tiene esmerada fotografía, y es capaz de invocar parajes tanto idílicos como entornos asfixiantes e infernales. “Malas rachas” de calor y muerte en una naturaleza que a la vez suda vida por sus poros, pero de otra manera. Es un western juvenil donde solo sobreviven los más fuertes, la forja de algunos tipos duros.
Lo mejor: el peso que logra sacar adelante con excelentes resultados su joven protagonista.
Lo peor: la falta de aire, agua, vida, y la exclavitud de un entorno de sacrificio y trabajo en épocas de vacas flacas.