Cuatro profesores de instituto se embarcan en un experimento sociológico en el que cada uno de ellos deberá mantener la tasa de alcohol en su cuerpo al mismo nivel, durante su vida diaria, intentando demostrar de esa manera que pueden mejorar en todos los aspectos de su vida.
Vivimos en una Sociedad agujereada.
Sí, sería de necios negar las enormes ventajas que presenta Occidente (sobre todo por comparación), pero también sus inconvenientes, que se han visto agravados por años de variadas ingenierías sociales/políticas/económicas, y mostrados sin tapujos durante la debacle pandémica que vivimos.
‘Otra ronda’, es mucho más que el interesante experimento sociológico etílico en que se embarcan cuatro profesores y amigos ya adultos, que se sienten de una u otra forma atrapados en una vida que nadie (como a todos), les enseñó, realmente, a vivir.
Embutidos en el traje de la pretendida e impuesta madurez que la Sociedad nos ‘obliga’ a adquirir cuando cumplimos años y seguimos ‘el plan’, estos cuatros seres humanos tan falibles como los demás pronto se dan cuenta de que la bebida maquilla, cambia la percepción de la realidad, y destruye; cuando se baja el telón, las decisiones difíciles y decisivas, mal que nos pese a veces, hay que tomarlas tarde o temprano, alejados de los estímulos (alcohol, ocio vacío, deseos sin planes detrás que los convierta en realidad y ese largo etcétera) que nos ponemos para no tener que hacer nada, sumidos en la feliz-infeliz autocomplacencia diaria.
‘Otra ronda’ reflexiona sobre la existencia.
Es una tragicomedia tan brillante, impredecible (sobre todo en su primera mitad), entretenida, errática, dramática y vergonzosa como el alcanzar a diario el fondo de la botella, buscando una panacea inexistente, y las consecuencias cuando la niebla y los sentidos se despejan.
Mads Mikkelsen encabeza, pletórico, un reparto espectacular, lleno de actores cuyos personajes viven y respiran, con los que podemos identificarnos en todo momento, repletos de humanidad, taras, anhelos y todo el espectro emocional con el que lidiamos a diario en nuestra existencia.
Thomas Vinterberg es un valor seguro detrás de las cámaras y, aunque es cierto que al final toma un camino un tanto complaciente y convencional (aunque también eso nos trae un final con Milkkelsen en todo su esplendor artístico), sin meterse de lleno en las miserias que acarrea el alcoholismo (esto no es un alegato a favor o en contra; que cada uno saque sus propias conclusiones porque el director no pontifica), su película no peca de puritana, está llena de momentos inolvidables, y sirve de fuente de varias lecturas, además de ensalzar, de nuevo, la grandeza del Séptimo Arte.
Lo mejor: Mads Mikkelsen a la cabeza de un reparto memorable.
Lo peor: le falta un punto de valentía que remate la cinta.