La segunda serie de Disney Plus y el UCM encara su recta final.
Tras cuatro episodios con altibajos y el baile viral de Zemo aparte, es buen momento para analizar las desventuras de Sam y Bucky, en un mundo convulso tras deshacer el chasquido de Thanos.
Está claro que ‘Falcon y el Soldado de Invierno’ tiene poco que ver con la ‘Bruja Escarlata y Visión’, donde la Casa de las Ideas arriesgó desde el principio, para amoldarse a la plantilla del UCM en los últimos episodios de la serie.
‘Falcon y el Soldado de Invierno’ es UCM en estado puro, sin apenas riesgos pero orbitando en torno al drama y thriller político que fue la excelente ‘Capitán América y el Soldado de Invierno’ y, también, la trepidante tercera (y segunda mejor película/no película de Los Vengadores) ‘Capitán América: Civil War’.
En un planeta sin Steve Rogers, patas arriba por la vuelta de todos los que se fueron, repleto de tensiones políticas, Sam Wilson (Falcon) y Bucky Barnes (el Soldado de Invierno), se esfuerzan por continuar con el legado del Capi, además de afrontar las amenazas globales encabezadas por la aparición de un nuevo grupo de supersoldados, los Sin Banderas, liderados por una joven que busca hacer el bien para los más desfavorecidos, cuyos métodos chocan con la filosofía Vengadora y el Gobierno norteamericano.
‘Falcon y el Soldado de Invierno’ arranca con la elaborada acción made in Marvel, un despliegue cinematográfico y ritmo que no decae, mostrando rápidamente sus cartas y colocando cada pieza en el tablero.
En un mundo donde imperan los tonos grises, el dilema ético y moral al que debe hacer frente Falcon choca con los impetuosos demonios de un desprogramado (pero no curado) Bucky, el fiel a sus ideales Zemo, la joven líder de los Sin Banderas y, cómo no, un excelente añadido al show que, esperemos, derive en el Usagente comiquero: John Walker (Wyatt Russell), el nuevo Capitán América designado por el Gobierno, un soldado de élite condecorado que ha hecho cosas de las que se arrepiente, y su intención es hacerlo mejor portando el simbólico escudo.
Memes iniciales aparte, el Walker de Russell (excelente elección de casting) es el hombre de las mil caras que se desarrolla en cada episodio a golpe de realidad vs ideales y buenas intenciones, con el clímax final del cuarto que hará las delicias de todos los fans, y sirve de impactante punto de inflexión en la serie, de cara a los dos episodios finales.
Pese a su conformismo con la fórmula Marvelita y el escaso carisma de Anthony Mackie (una carga de profundidad para un personaje protagónico, al que todos y cada uno de los demás actores le roban los planos en cuanto la cosa se pone seria, con Daniel Brühl a la cabeza), ‘Falcon y el Soldado de Invierno’ remacha la buena salud (también televisiva) de Marvel Studios, su apuesta por una televisión de calidad e indistinguible de las películas en cuanto a valores de producción (Kevin Feige no da puntada sin hilo), y coloca un nuevo pilar de lo que veremos (o no, que ya sabemos cómo nos despista la Casa de las Ideas) en los próximos años, quizás con la aparición de los Jóvenes Vengadores para relevar a la vieja y querida guardia.
Con esta cuidada programación de estrenos que va sembrando sin prisa pero sin pausa, puede que la esperadísima ‘Loki’ ponga la guinda al pastel, con un fandom entregado y las suscripciones a Disney + creciendo a velocidad de crucero.
Lo mejor: la vuelta al thriller político en la línea de ‘Capitán América y el Soldado de Invierno’.
Lo peor: Anthony Mackie, el ‘Chuck Norris’ Marvelita que, por suerte, está rodeado de actores más capaces.