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‘Crock of Gold: Bebiendo con Shanne MacGowan’, profundo y emotivo retrato del alma

Una inmersión en la vida del torturado vocalista irlandés Shane MacGowan, cantante y compositor de la banda The Pogues, que combina la música tradicional irlandesa con la energía visceral del punk rock. Una película que usa imágenes de archivo inéditas de la banda y de la propia familia de MacGowan, junto con animaciones del legendario ilustrador Ralph Steadman.

Quienes hayan visitado la República de Irlanda en algún momento acompañados por menores, además de haber disfrutado de un precioso país, seguro que en algún momento han permanecido en estado de cierta perplejidad cuando al salir de algún evento e ir a cenar les han imposibilitado el acceso al restaurante o bar de turno con el pretexto o ley sobre la protección a los más jóvenes. Desconozco si en la actualidad sigue siendo tal la costumbre. Lo cierto es que disfrutando de este maravilloso documental, tal hecho adquiere su mayor sentido.

Resulta muy curioso que la BBC y el director británico Julien Temple hayan sido capaces de abordar con absoluto rigor el vivo retrato de uno de los compositores y cantantes irlandeses más venerados de todos los tiempos -con perdón de Van Morrison-.

La BBC da cobertura a todo el territorio del Reino Unido. Es de apreciar el reconocimiento global por la calidad de sus productos audiovisuales. Aquí el mayor interés reside en si cabría injerencia alguna en el desarrollo del documental que habla abiertamente de las tensiones entre ambos países.

Julien Temple, por su parte, está muy vinculado al mundo musical tanto en la creación de videoclips (para los Stones, Sex Pistols, Bowie, McCartney, Tom Petty, Hendrix, Pete Doherty, Sade…), documentales (‘Glanstonbury’, ‘London: The Modern Babylon’), y películas (‘Absolute Beginners’, ‘The Eternity Man’). Es él el verdadero duende de este “caldero de oro”.

‘Crock of Gold: Bebiendo con Shanne MacGowan’ es un magnífico documento. Con independencia del propio gusto musical, de conocer al protagonista o a sus bandas como The Pogues o The Popes. Dejando a un lado simpatías o no hacia el IRA, inclinaciones por el movimiento punk o por el folk celta irlandés. Más allá de lo urbano o lo rural, de las drogas o el alcohol, e incluso por la mezcla sin mesura de ambos. Temple consigue atraparnos en una interesante espiral sin escapatoria en la que, de la mano del propio Shane MacGowan, bajamos a los infiernos y conseguimos resucitar.

Con las entrevistas, declaraciones, extractos de archivo, y un impresionante fondo de catálogo audiovisual, se perfila y recrea -incluso con una dinámica animación cuando el documento no existe-, capaz de realizar el retrato más acertado de un músico convertido en poeta irlandés, a lo largo de toda su existencia. Sus padres y hermana, amigos como Johnny Depp  (quien además produce), compañeros de aventuras y desventuras, The Pogues, su esposa Victoria Mary Clarke (también en la producción), líderes políticos como Gerry Adams… todos ellos y muchos más desglosan una inquietante y ciertamente desequilibrada vida repleta de excesos… como comenzar a beber alcohol desde los tres años.

Su voz rasgada, la camiseta blanca de rayas, esa dentadura estridente, y una risita secuestrada que se resiste a salir como un gorgoteo apagado, siempre acompañado de un cigarrillo en una mano y en la otra una copa, arrancándole las palabras en su reflexiva mirada. 

He de admitir que me ha logrado emocionar por varios motivos. Por ser un increíble documental que despierta en todo momento el interés. Por abordar el semblante sin obviar ni enjuiciar nada. Y por hacerlo extremadamente ameno, incluyendo las animaciones de Ralph Steadman. Eso sí, siempre con una calidad de sonido impecable.

‘Crock of Gold: Bebiendo con Shanne MacGowan’ es esencialmente recomendable porque desde su misma salida ya es una película de culto, además de ser honesta, entretenida, de apariencia sencilla y con un resultado final maravilloso.

Lo mejor: todo, desde la cronología, el acceso al fondo documental, el mismo montaje, el intercambio y las sorprendentes declaraciones con una exquisita naturalidad.

Lo peor: el cómo ha llegado hasta nuestros días, pero al menos llegar, dadas las circunstancias, ya es un tremendo logro.

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