Un contagio zombi se propaga por toda la península de Corea, convirtiéndola en un territorio postapocalíptico. Cuatro años después, un grupo de mercenarios se adentra en la zona cero en una peligrosa misión para recuperar un camión perdido con un botín millonario.
A estas alturas de la pandemia, hablar de películas sobre contagios virales y letales carece casi por completo de morbo. Hemos vivido y estamos inmersos en una realidad de esas que superan la ficción, hasta el punto de haber olvidado la fragilidad que existe entre el deber y la miseria del ser humano. Personas renegadas, altruistas, negacionistas, egoístas, generosas… Un arco iris de adjetivos que cubren lo bueno y lo malo de quienes todavía poblamos este planeta como si solo fuera exclusivamente nuestro.
El cine de zombis como ‘Guerra mundial Z’, o las diferentes entregas de ‘Zombieland’, ‘Memorias de un zombie adolescente’, o las magníficas ‘28 días después’ y ‘29 semanas después’, ‘Soy leyenda’, o la aberrante narración de ‘Orgullo + Prejuicio + Zombis’ -si la Austen levantara la cabeza se volvería a morir con la adaptación de su novela-, son ejemplos para entretenerse viendo cómo se contagian desde la distancia de nuestra butaca, y sin que salpique demasiado.
Casi con idéntico equipo de producción, llega más oportuna que nunca la secuela de la animada ‘Seoul Station’ y de la considerada ya película de culto hacia el género de zombis ‘Train to Busan’.
‘Península’ sustituye el tren por los convoyes que rugen por calles desoladas de vida humana y repletas de personas sin alma. De ahí que no de tanto reparo llevarse unas cuantas por delante sin miedo a una multa por conducción más que temeraria.
Había que aguantar el éxito y como es género del gusto de su director, Sang-ho Yeon, allá que se lanzó con ‘Península’. Más zombis, más acción, más grandiosidad y efectos, sacrificando la posibilidad de crear algo más novedoso.
Para los amantes de este tipo de películas, bien aderezadas con un gran cubo de palomitas y algo para refrescar la garganta, la diversión está garantizada. Tampoco sería de esperar una trama espectacular, pero no desmerece como continuidad de sus dos referentes anteriores. Su argumento busca otra alternativa aderezada de crueles persecuciones más del tipo Mad Max, con un montaje trepidante y algo de exceso en su metraje.
Rodada con anterioridad a la actual pandemia, aguantando todo este tiempo sin ver la luz de las salas comerciales, recupera en gran medida su valor circunstancial. Que se podía innovar y presentar algo más astuto, no cabe duda. Pero también es cierto que unas cuantas películas que han llegado al olimpo del culto tampoco son como para tirar coherentes cohetes de satisfacción.
“Dios nos ha abandonado”, subraya uno de sus protagonistas. Más zombis, más acción y mucho más melodrama, al gusto del público palomitero.
Lo mejor: la búsqueda de alternativas para justificar esta entrega, hecha a medida de un colectivo más que incondicional.
Lo peor: el exceso de drama de corte muy coreano y si cabe oriental, cargado a cámara lenta y con ráfagas de disparos, y algún que otro vaivén inestable.