‘Tierra Santa, el último peregrino’ narra la historia de una familia en crisis. Carmen (Susi Lillo), ve su matrimonio estancado: su marido (Carlos Cañas), no cuenta con ella y sus hijos no la comprenden, en especial Pedro (Alex Larumbe). Al proponerles ir de viaje a Tierra Santa se desata la tormenta y afloran sentimientos encontrados. Logrará convencerlos y en ese viaje conoceremos a personas con vidas y testimonios impactantes, y nos adentraremos en lugares que, más que ruinas, son pilares de una fe que transforma los corazones.
«Hay una especie de magia cuando nos vamos lejos y, al volver, hemos cambiado». Kate Douglas Wiggin
La vida es un viaje donde acumulamos paradas, experiencias, momentos que nos cambian parcialmente, o para siempre.
En el viaje vital también, si tenemos suerte, salimos de nuestras zonas de confort y descubrimos nuevos lugares, culturas y formas de ver, y vivir, la vida.
‘Tierra Santa: el último peregrino’, narra la historia de una familia moderna, sumida en una crisis de valores, existencial e incluso de fe que afecta a todos sus miembros, en mayor o menor medida.
Una familia que, en lo esencial, podría ser la de cualquiera, sujeta a los golpes de la sobreestimulada vida occidental, donde la siempre presente posibilidad de hacer mil cosas, no rellena un vacío que se arraiga en el alma, creando en el camino adicciones, anhelos y deseos no satisfechos de los que destruyen vidas.
El viaje a Tierra Santa de esta familia (más allá de su indudable calado histórico, cultural y turístico) supone un cambio total en su manera de ver el mundo, vivir, convivir, darse a los demás y reorientar su existencia.
La ficción familiar se entrelaza con testimonios reales de cristianos y no cristianos, creyentes y no creyentes, cuya peregrinación a este enclave capital supuso una auténtica revelación.
La película va más allá del reclamo turístico. Indudablemente, la pandemia del Coronavirus ha afectado a todas las personas y sectores, incluido el turismo, y ‘Tierra Santa: el último peregrino’, incide en este hecho, llamando al retorno de los visitantes, pero se centra, sobre todo, en su valor espiritual y el poder de la fe.
Una película necesaria en tanto que nos recuerda lo que a veces olvidamos: se puede ser mejor. Se puede cambiar. Se puede encontrar el camino de vuelta cuando uno está perdido. Se puede tener más, con menos.
Cubiertas las necesidades básicas, se puede renunciar a las efímeras satisfacciones materiales, buscando la plenitud interior. Se puede aparcar el egoísmo y disfrutar de aportar gestos y acciones hacia los que menos tienen.
Se puede vivir de otra manera, mirando más allá de lo impuesto por la frenética Sociedad en la que nacemos, con un plan trazado del que, a veces, es muy necesario desviarse.
Y sí, en ocasiones, basta un viaje que te cambie la vida para renacer y establecer un nuevo rumbo. ‘Tierra Santa: el último peregrino’ es un claro ejemplo de ello.
Lo mejor: los testimonios reales de aquellos a los que la peregrinación a Tierra Santa les cambió.
Lo peor: la ficción, en ocasiones, se siente forzada, pese a lo voluntarioso de las interpretaciones.