Natasha Romanoff, alias Viuda Negra, se enfrenta a los capítulos más oscuros de su historia cuando surge una peligrosa conspiración relacionada con su pasado. Perseguida por una fuerza que no se detendrá ante nada para acabar con ella, Natasha debe lidiar con su historia como espía y con la estela de relaciones destruidas que dejó atrás mucho antes de convertirse en Vengadora.
Comencemos aclarando ciertas cuestiones que deberían asumirse ya, sin crear polémicas estúpidas: primera, cualquier película puede funcionar mejor o peor en función del guión que atesore y la capacidad del director/a detrás de las cámaras.
Muy rara vez tiene que ver con el reparto, sea un reparto coral, o mayormente femenino o masculino.
Segunda: si se compra la premisa del superhéroe, no se puede acusar de falta de credibilidad a una película del género. Igual de increíbles son un humano forrado como Bruce Wayne convertido en Batman, un tipo con mucha puntería y un arco como Ojo de Halcón, o la propia Viuda Negra.
Aceptar estos personajes es aceptar maravillas, y desde ahí ahondar en lo realmente importante: las historias que nos cuentan, el calado del personaje y su importancia artística.
Tercera: a estas alturas de esta (o cualquier película), es una necedad malintencionada dudar de las capacidades para cumplir sobradamente con su labor de actioner de Scarlett Johansson, Rachel Weisz (cuando la mayoría de los criticones recientes iban en pañales, Weisz repartía mamporros y dosis masivas de inteligencia en la saga de ‘La Momia’), Florence Pugh o David Harbour.
No hay nada que objetar al desempeño puramente físico del reparto, que brilla en coreografías cien por cien marvelitas.
Cuarta: mencionar, aunque no tenga que ver realmente con la cinta, o no debería, que cualquier mención despectiva hacia el físico de tal o cual solo demuestra falta de educación, de inteligencia, y demasiado odio.
‘Viuda Negra’, es un producto notable de la Casa de las ideas, en tanto en cuanto apenas se desvía de la depuradísima fórmula Marvel, tomándose, eso sí, ciertas libertades bienvenidas que dan para otra película o serie a desarrollar (los créditos iniciales nos dejan con muchas ganas de explorar como corresponde la Sala Roja y su mitología), y añadiendo además todos los lugares comunes del cine de espías y, sobre todo, de la saga de James Bond.
También, la aventura en solitario de Natasha es un drama familiar, que empieza a lo ‘The Americans’, y continúa con las idas y venidas de una familia desestructurada, donde creció el amor en condiciones insólitas y siempre en el filo de la navaja.
Johansson conoce perfectamente su personaje y la evolución del mismo en el momento en que se desarrollan los acontecimientos (después de ‘Civil War’ y antes de ‘Infinity War’), y es la dueña absoluta de la función.
Esta Viuda Negra ya no es solo una asesina capaz de actos deplorables, sino que la convivencia con su otra familia vengadora, su compromiso con Shield y con hacer el bien pese a sus tonos grises, la ha cambiado, en un camino de redención arduo, pero que está decidida a seguir.
Pese a ser su primera incursión protagónica, Johansson y el resto del equipo saben que el personaje llega a este punto no falto de desarrollo, pues a lo largo de las películas de la franquicia, la Viuda ha ido adquiriendo más y más (merecido) protagonismo, acompañando al Capitán América, poniendo los puntos sobre las íes en las peleas de gallos y demostrando (pese a la sexualización evidente de sus primeras apariciones), que siempre tuvo el control, la sangre fría y el cerebro para salir de cualquier situación, convirtiéndose por derecho propio en un miembro imprescindible de Los Vengadores.
Por otro lado: ¿es ‘Viuda Negra’, la mejor película de un personaje de la casa en solitario? Claramente no.
Quizás porque se estrena un poco tarde (Natasha Romanoff ha gozado de muchos minutos en las entregas anteriores, la conocemos bien y sabemos de su importancia), o es un personaje demasiado importante para una cinta que tira demasiado de fórmula y cliché, sin explotar más las capacidades del personaje, y la actriz que le da vida.
Quizás porque el exceso Bondiano le pesa demasiado, reduciendo al villano a un desperdicio bastante risible del que sabes de sobra su destino en cuanto aparece en pantalla con esas pintas.
Quizás por un humor bastante tonto (las coñas de Florence Pugh, mayormente, o son predecibles o no tienen demasiada gracia. La escena de la comida familiar, es absurda. El espectacular escape de la prisión del Guardián Rojo, también).
Quizás, para terminar, por algo que Hollywood debería meterse en la cabeza: un personaje femenino o masculino no brilla más, porque su contrapartida sea un indigente mental, o un payaso.
No hace falta reducir al Guardián Rojo a mazacote atontado (y menos empezando como empieza la cinta), para que el trío protagonista brille, porque ya lo hace, vaya, por la vía de los hechos.
Ni hace falta aquí, ni lo hizo en el ep VIII de Star Wars, y en otros tantos ejemplos. Basta con escribir bien los personajes, y desarrollarlos con verdadera igualdad. Ya se encargará el reparto de que sus personajes brillen sin subterfugios de guionistas vaguetes que han abrazado el buenismo, olvidando que lo suyo es la escritura capaz.
Te echaremos mucho menos, Natasha Romanoff. Gracias por estos años de estupendo cine de capas, mallas, pistolas, bastones y cuchillos.
Lo mejor: siento disentir, pero a Scarlett Johansson no la eclipsa nadie en SU película.
Lo peor: daba para mucho más.