Básculas Blanco, una empresa de producción de balanzas industriales en una ciudad de provincias, aguarda la visita de una comisión de la que depende la obtención de un premio local a la Excelencia Empresarial: las cosas deben ser perfectas para ese momento. Sin embargo, todo parece confabularse en contra. En el poco tiempo del que dispone, Blanco intenta devolver a su empresa el equilibrio perdido: trata de resolver los problemas de sus empleados, cruzando para ello todas las líneas imaginables.
Una de las grandes ventajas de la dirección se produce cuando la responsabilidad del guión recae sobre esa misma persona que va a ejecutar la película. Tiene control sobre lo escrito y además puede testar in situ el resultado de sus diálogos, pudiendo modificarlos para impregnar mayor coherencia narrativa. Incluso puede dar paso a la improvisación del cuadro interpretativo bajo sus pautas, cuando se produce tal relación entre la autoría, la ejecución y la actuación.
Fernando León de Aranoa (‘Familia’, ‘Barrio’, ‘Princesas’), tiene estas mismas características que le confieren un alto nivel de calidad en sus obras. No es de extrañar que la presente reflexión de una realidad todavía latente en nuestro país, sirva de reclamo para decir al resto lo bien que sabemos retratarnos a nosotros mismos con cierta puntilla de autocrítica. A fin de cuentas es la preseleccionada a representarnos en la fiesta de los Oscar, y qué duda cabe estará muy presente entre las candidatas a nuestro excelso Goya de la próxima edición.
León de Aranoa disecciona la delgada línea entre un empresario común y sus empleados. El primero habla de familia laboral, de que los problemas de los trabajadores son los suyos en modo paternalista y público. Los subordinados se vuelcan con la empresa y su excelencia hasta límites insospechados, donde los problemas personales también se equiparan a los problemas empresariales. “Esfuerzo, equilibrio, fidelidad” es el lema de la compañía extrapolado a la misma película, que analiza en tono de comedia las incongruencias del sistema productivo.
Para ello, el director se abraza una vez más a la solvente y soberbia caracterización de Javier Bardem (‘Los lunes al sol’, ‘Loving Pablo’), como capataz que maneja a precio de chantaje emocional los recursos de sus súbditos como si fueran sus hijos. Y entre estos últimos desfilan con enorme complicidad actoral la mano derecha empresarial de Manolo Solo (‘Tiempo después’), el vigilante indeciso de Fernando Albizu (‘Gordos’), el incombustible despedido de Óscar de la Fuente (‘El reino’), el empleado para todo de Celso Bugallo (‘Mar adentro’), el debut de Almudena Amor (‘La abuela’) como la becaria, y Sonia Almarcha (Amador’), en el rol de paciente esposa. Todos ellos magníficos, en una réplica coral como contrapeso al principio de incertidumbre de su principal protagonista.
Narrada en poco más de una semana laboral, ‘El buen patrón’, a estas alturas, puede ser la mejor película española de la temporada, y desde luego un buen ejemplo de lo que representa nuestro particular modo de entender la cultura empresarial. Es un premio que nos falta por llenar en la pared de trofeos conseguido con gracia, humor y el inconfundible estilo de crítica social que suele impregnar Fernando León de Aranoa a sus obras. Pero en justicia, también es el tenso equilibrio de la balanza en busca de una justicia laboral… Aunque para ello haya que trucar la balanza para que la medida sea exacta, y si es preciso con la plomada de una bala.
Lo mejor: Bardem y el resto de intérpretes, el guion y, sin olvidar, la divertida cena comprometedora.
Lo peor: que por su sencillez, su naturalidad y por poner el dedo en la llaga entre empleadores y empleados pueda dejarse de ver la magnífica concepción y producción de la misma.