Eddie Brock (Tom Hardy) y su simbionte Venom todavía están intentando descubrir cómo vivir juntos cuando un preso que está en el corredor de la muerte (Woody Harrelson) se infecta con un simbionte propio.
Es curioso pensar que ‘Venom: habrá matanza’, la firma Andy Serkis, actor detrás de personajes digitales que supusieron una revolución (Gollum, King Kong y el magnífico César de ‘El planeta de los Simios’, entre otros) y director que, en 2018, dio un puñetazo en la mesa con su versión de el Libro de la Selva en ‘Mowgli: la leyenda de la selva’.
Serkis se ha caracterizado por una carrera adicta al cambio, a la exploración de nuevas vías para contar historias, y meterse, literalmente, en territorios desconocidos, incómodos y prácticamente inexplorados.
Por eso duele más ver que en la segunda entrega de las aventuras de Eddie y su simbionte, el riesgo se reduce a… cero.
‘Venom: habrá Matanza’ lo fía todo al vistoso espectáculo de acción CGI, el humor gamberro y desvergonzado pero también predecible, la comedia física y el histrionismo generalizado.
Los que disfrutaron de la primera entrega, lo harán también con ésta, pues Andy Serkis no se desvía y, simplemente, pisa el acelerador de una historia excesivamente sencilla, plana y mil veces vista.
Los apenas noventa minutos de metraje pasan en un suspiro. No nos molestamos en mirar el reloj pero tampoco encontramos nada que merezca la pena ser recordado.
Ni Tom Hardy, ni Michelle Williams, Woody Harrelson, Naomie Harris o Stephen Graham (todos intérpretes con trabajos de prestigio a sus espaldas) deslumbran precisamente, regalando momentos de comedia involuntaria y sonrojante, sobre todo en la caracterización hiperbólica del patoso (y un tanto repulsivo) Eddie Brock (Venom), y los aún más repulsivos, pero sin duda vergonzantes, Kletus Kasady (Matanza) y su compañera Shriek.
Algunos pensarán que ‘Venom: habrá Matanza’ es un ejemplo de honestidad por darnos justo lo que los tráileres presagiaban: un entretenimiento llevadero, baladí, continuista y cien por cien palomitero diseñado para hacer taquilla.
Otros (en especial los que conocemos al Matanza de la versión comiquera, que con una calificación distinta a ‘para mayores de 18 años’ nunca le harán justicia) pensarán que aquí han primado el vender entradas aplicando la ley del mínimo esfuerzo y el cumplir plazos y planes del MCU en su frágil custodia compartida con Sony de la marca Spiderman y aledaños.
Con una inyección de billetes extra respecto a la primera, mucho oficio en labores técnicas y de producción, ruido, pirotecnia… pero un descampado donde debería estar el resto del talento.
El talento que hace a una película disfrutable pero efímera, o todo lo contrario.
‘Venom: habrá Matanza’ es un fármaco genérico. Te va a curar igual, pero cuando vuelvas a la farmacia, no recordarás ni el nombre.
Lo mejor: algunos chistes del simbionte.
Lo peor: que Andy Serkis se una solo para juntar planos.