En Valldemossa, un pequeño pueblo del interior de Mallorca, Anna y Marina, dos hermanas que fueron separadas en su adolescencia, se encuentran de nuevo para vender una panadería que han heredado de una misteriosa mujer a la que creen no conocer. Las hermanas son dos mujeres con vidas muy diferentes. Anna apenas ha salido de la isla y sigue casada con un hombre al que ya no ama. Marina viaja por el mundo trabajando como doctora para una ONG. Mientras intentan descubrir los secretos que encierra su enigmática herencia, Anna y Marina tendrán que hacer frente a viejos conflictos familiares e intentar recuperar los años perdidos.
Desde hace más o menos poco tiempo, y a causa de los excesos industriales una vez más, se está recuperando la manera tradicional de hacer pan como antaño. Con los ingredientes básicos apropiados, buenas harinas, levaduras naturales, agua y un puntito de sal. Bueno, y el tiempo necesario para que aquello coja la textura apropiada antes y después de pasar por el horno de leña. La receta que nos propone la autora del libro, Cristina Campos, es algo más compleja y requiere de más ingredientes, como el azúcar, la leche, limón y semillas de amapola, principalmente. Una consistencia más de bizcocho, algo dulce, con un toque entre amargo y ácido, y un regusto la mar de delicioso. La misma sensación que te produce esta maravillosa película.
De hecho, para obtener este ideal punto de cocción, la propia Campos (que tiene bastantes conocimientos cinematográficos), colabora con Benito Zambrano, su director (‘Solas’, ‘La voz dormida’, ‘Intemperie’), en la elaboración del guion. Ambos logran atraer y mantener el interés hacia este relato intimista en el que todos los personajes evolucionan en función de los acontecimientos.
La vida abriéndose paso entre la muerte. Una hija en edad rebelde. Trapicheos financieros y la hucha vacía. El despertar del instinto maternal. El reencuentro de dos hermanas perdidas. Y una panadería en un lugar detenido en el tiempo.
Elia Galera, haciendo de hermana todoterreno, y Eva Martín, como la exquisita, están fabulosas y magníficamente creíbles, soportando estoicamente la dureza de la trama. Claudia Fazi, entrañable como panadera introvertida, recelosa y con carácter. Mariona Pagès, esa joven que aprende a ser hija. Marilú Marini, simpatía argentina y punto de contacto con la realidad. Tommy Schlesser y Pere Arquillué, dos versiones tan distantes de lo que puede ser el apoyo de una pareja. Formidables todos ellos en sus roles, aportando interpretaciones especialmente naturales.
En ‘Pan de limón con semillas de amapola’, como se dice en algún momento, “la vida es un cambalache”. Te da media vuelta y todo cambia. Habla de mundos distantes y de elecciones para seguir adelante. Una excelente receta para degustar a su debido tiempo tanto en la sala como desde la reposada reflexión de su recuerdo. Sencilla, eficaz y muy sabrosa.
Lo mejor: las interpretaciones de sus dos protagonistas arropadas por todo el elenco, y el ambiente íntimo y personal que logran recrear.
Lo peor: algunas partes del argumento pueden hacer que el espectador se desoriente por tan solo unos instantes sobre la trama en sí.