Un deslumbrante e inspirador retrato de la princesa Diana. Lo que debería ser un maravilloso respiro navideño con sus hijos en la finca de Sandringham se convierte, en cambio, en una sucesión de obligaciones no deseadas. Mientras tanto, el Príncipe Carlos de Inglaterra está retozando abiertamente con Camilla Parker-Bowles, lo que obliga a Diana a interpretar el papel implacable de la amada y fiel esposa delante de los paparazzi que siguen cada uno de sus movimientos. ¿Aceptará su posición o se revelará y por fin vivirá su vida tal y como desea?
Para quienes portamos sangre plebeya, nos es grato pensar que puede existir en algún lugar un príncipe encantador, o una princesa prometida que nos jubilen del resto de las miserias de los mortales comunes. Amor a raudales, felicidad sin fin, viajes a paradisiacos lugares sin par, despreocupación y vida casi inmortal, y sobre todo perdices, para comer en el menú todos los días según los cuentos. Lo que se viene haciendo desde hace siglos, vivir del cuento.
El chileno Pablo Larraín (‘Jackie’, ‘Neruda’, ‘El club’), presenta su enigmática ‘Spencer’ intentando diseccionar el libre biopic a golpe de bisturí. Desequilibrio, trastorno, y mareo continuo por parte de sus protagonistas con una puesta en escena valiosísima. Pero es de lo que se trata, de mostrar un momento concreto en la vida de Lady Di, en unos pocos días navideños, luchando con el perpetuo vaivén en su raciocinio. Ya se sabe, la vida en palacio va despacio, o algo parecido.
Su perpetua obsesión por el personaje dañado, malherido, solo frente a un mundo tremendamente hostil, como viene siendo habitual en la filmografía de su director, se convierte en una constante una vez más.
El guion de Steven Knight (‘Promesas del este’, ‘Amazing Grace’, ‘Negocios ocultos’), explora en la intimidad de una princesa desolada y desahuciada de sí misma, arruinada por la increíble frialdad de los Windsor. Tal es así que se entierran entre pilas de mantas para no subir la calefacción en esos días festivos de la navidad. Igual es por su aferrada creencia en el calor humano y emotivo de la propia familia.
Kristen Stewart (saga ‘Crepúsculo’, ‘Siempre Alice’, ‘Café Society’), disfruta metiéndose en la piel, o mejor dicho en la aturullada mente, de una princesa repudiada por un mezquino príncipe, por una cruel soberana, e ignorada por toda la real casa. Juega y retuerce su personalidad con ingenua coherencia, hasta llevar al personaje al límite de la desesperación. Una Ana Bolena actualizada y mártir de la atroz monarquía británica, “viendo conspiraciones por todas partes”.
Destacan también las intervenciones de Timothy Spall (‘Mr. Turner’), Sean Harris (‘El Caballero Verde’), y Sally Hawkins (‘La forma del agua’).
La banda sonora compuesta por Jonny Greenwood (‘Los pozos de la ambición’, ‘El hilo invisible’, ‘En realidad, nunca estuviste aquí’), contribuye a potenciar la locura con sus acordes que pretenden desasosegar más que apaciguar a las fieras. Guy Hendrix Dyas (‘Passengers’, ‘Origen’, ‘Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal’), se hace cargo de un diseño de producción muy cuidado y perfilado.
El retrato que propone Larraín es el de una versión alternativa para amantes de la iconografía de una “princesa del pueblo» descolocada y sin identidad. Una real pesadilla imaginaria (en todos los sentidos posibles), sosa y british hasta la hartura, magníficamente ambientada y con un vestuario de lujo. Titánica lucha psicológica entre Dianas, la de Gales y la Spencer, con excentricidades, falta de intimidad y exceso de control absoluto por parte de la casa real británica.
Mientras tanto, siempre nos quedarán ranas a las que agasajar con nuestro cariño.
Lo mejor: ese punto de desvarío, el acierto interpretativo de su protagonista, y una puesta en escena apabullante.
Lo peor: la crítica acérrima de un arcaico modo de vida incompatible con la realidad social.