Inspirada en la impactante historia real del emporio familiar tras la legendaria firma de moda italiana, nos descubre, a lo largo de tres décadas de amor, traición, decadencia, venganza y, en último término, asesinato, el verdadero significado de un apellido, su valor y lo lejos que puede llegar una familia para hacerse con su control.
Vaya por delante que el relato escrito por Sara Gay Forden en su libro (al igual que la película homónima que se inspira de esta novela), es la historia de una falsificación. El mundo de la moda está inexorablemente ligado al de la copia, la imitación; a las tendencias que marcan los gurús del estilismo. Aunque estamos hablando más de piezas únicas casi de museo o de colección, para hacerlas más atractivas e influyentes ante el vulgo, siempre han necesitado de sofisticadas creaciones “top manta” para mantenerse en el Olimpo de lo inalcanzable.
Se le juntan a Ridley Scott dos estrenos casi simultáneos en el mismo año. Tras la belleza épica de ‘El último duelo’, que ha supuesto su regreso al cine histórico, ahora vuelve a la actualidad de las grandes figuras contemporáneas con ‘La casa Gucci’. Un corte más parecido a ‘Todo el dinero del mundo’, que le ha permitido regresar una vez más a Italia para focalizar esta curiosa y dramática historia. Becky Johnston (‘Siete años en el Tíbet’, ‘El príncipe de las mareas’), y Roberto Bentivegna en su primer largometraje, firman el guion de una trama ambiciosa y de lujosa pasión por la marca de las dobles “g” invertidas.
El apellido Gucci en el Milán de 1978 es el punto de partida, ofreciendo una perspectiva sobre los últimos gerentes de una dinastía de marroquineros que se jactan de fabricar sillas de montar desde el medievo. Un exquisitamente refinado Jeremy Irons (‘La misión’), y un Al Pacino (trilogía de ‘El padrino’), desbordado de carisma para el sello, son los dos hermanos que ostentan el legado de la compañía internacional. La desmedida línea tangente que propone el hijo del segundo y el desinterés del sucesor del primero ante el amor de su vida, suponen un gran cambio en las tornas de la nueva generación. Impresionante Jared Leto (‘Dallas Buyers Club’), camuflado bajo una coraza interpretativa casi irreconocible. Muy interesante y hasta enigmático un Adam Driver (’Historia de un matrimonio’), que soporta el peso narrativo, junto al regreso al terreno interpretativo de Lady Gaga (‘Ha nacido una estrella’).
La banda sonora es de Harry Gregson-Williams (‘Marte’, ‘El fuego de la venganza’), y evidentemente se nutre de una cantidad ingente de temas musicales pop de los años que transcurren en estas tres décadas. Y cuenta con la impecable fotografía del también habitual en los trabajos de Scott, Dariusz Wolski (‘Alien: Covenant’, ‘El consejero’).
‘La casa Gucci’ tiene una grandiosa puesta en escena, con grandes planos de época, vestuario increíble, referencias a los modistos y sus grandes firmas. Pero también habla de la pugna entre la impronta del nombre, la corrupción y de la ambición desmedida por comerse no solo una gran porción de la tarta, sino toda ella hasta la saturación y el empacho. Una excelente oportunidad de poner al día ese fondo de armario cinematográfico.
Lo mejor: la manera artesanal de narrar las cosas a su debido tiempo por parte de Ridley Scott, y el gran acierto con la elección de actores.
Lo peor: que si no te interesa el mundillo de los trapos arreglados y formales dos horas y media pueden ser algo largas para describir el asalto al poder.