En la década de 1980, Fabietto Schisa, de 17 años, no sería más que un torpe adolescente italiano que intenta encontrar su lugar de no ser por una increíble familia que ama la vida y disfruta con las travesuras, entrometiéndose en las complicadas relaciones del prójimo. Pero un par de acontecimientos lo alterarán todo. Por un lado, la llegada triunfal a Nápoles de una leyenda divina del deporte. Y por otro, un accidente inconcebible que destrozará la vida de Fabietto y marcará su futuro.
Éramos muchos y parió la abuela, que se dice en lenguaje coloquial. Llevamos algo más de un mes en el que las propuestas cinematográficas que llegan a las salas por lo menos han duplicado los niveles previos a la pandemia. Alguna que otra película rezagada, es evidente, pero también muchas novedades. De hecho alguien me comentaba que cuando ha querido ver algún título, al pasar la semana de su estreno, ya la habían levantado del cartel. Y aunque no se trate de productos perecederos, sí se notan las prisas.
Netflix, como portal de distribución, se suma con sus destacados proyectos para estrenar en gran pantalla y así intentar equiparar las posibilidades de optar a premios significativos frente a las otras compañías. No importa el canal si el producto tiene al menos ciertas garantías cinematográficas, y lo cierto es que muchas de las producciones de su catálogo merecen estar en puestos destacados. ‘Fue la mano de Dios’ es un ejemplo de ello.
Ver a San Genaro, venerado con devoción por los napolitanos desde hace ya unos cuantos siglos, en un Rolls Royce paseando con nocturnidad, alevosía y trajeado por las calles de la ciudad anunciándose como tal, no tiene precio. Al igual que ver a los tres protagonistas montados en una mítica Vespa.
‘Fue la mano de Dios’ continúa con la artesanal labor artística y cinematográfica de este nuevo Fellini del siglo XXI. Un director que narra sensaciones, recuerdos, aromas, anécdotas y vivencias, más que historias propiamente dichas. Pero gracias a la visión conjunta que aporta su obra, nos obsequia con una excelente y valiosísima información sobre la manera de entender la psique italiana repleta de derroche y generosidad.
Con ‘Fue la mano de Dios’ Paolo Sorrentino (‘La juventud’, ‘La gran belleza’), hace introspección propia. Revela muchos datos autobiográficos sobre sus vivencias personales: de sus padres y sus hermanos, de sus tíos, primos y abuela, y de la euforia del Nápoles de mediados de los ochenta con el fichaje de su dios futbolístico. Describe a modo de fábula los retratos de una época muy determinada, al menos sobre el modo en que perviven en su memoria. Personajes esculpidos en solemne mármol de Carrara para homenajear aquella etapa de la adolescencia.
Escrita, producida y dirigida por el mismo Sorrentino, cuenta con su habitual actor fetiche Toni Servillo, en el papel del cabeza de familia. Filippo Scotti despunta como protagonista, y cuenta con Teresa Saponangelo, Marlon Joubert, Luisa Ranieri, Renato Carpentieri, Massimiliano Gallo, Betty Pedrazzi, en un reparto coral completamente genuino..
Para quienes gusten de los particulares modos y maneras de retratar con sus imágenes y textos, la última producción de Paolo Sorrentino se hace imprescindible y la mar de disfrutable. A modo de tragicomedia italiana, supone un derroche de talento, sensualidad, ironías y pasión, no ya por un equipo de fútbol, sino por una deidad en el momento de su traspaso. Es una deliciosa bocanada de aire fresco de la mano de ese misterioso frailecillo de la buena suerte.
Lo mejor: las bromas de la madre, el pretendiente con el aparato de voz, y la interacción del protagonista con el resto del reparto.
Lo peor: Sorrentino es Sorrentino, y es cuestión de dejarse llevar por sus ambientes y, sobre todo, por sus personajes.